Mi escalera

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Como habréis observado, últimamente tengo abandonados a mis compañeros de viaje y de vagón. Hace días que no comparto con ellos hora punta, empujones y escaleras porque como os comenté estoy en un parón obligatorio para recuperar fuerzas y volver a mis antiguas rutinas.

Estos días tengo que dedicarlos a mí, y éso, ¿cómo se hace?. Pues es lo que trato de aprender, a conocerme y a anticiparme a pensamientos que me producen impotencia y no me dejan avanzar.

Es curioso cómo a pesar de haber oído y leido tantas veces el tan manido «conócete a tí mismo», cuando de verdad tienes que hacerlo te das cuenta de que no sabes por dónde empezar, y bueno, en eso estoy.

Para ayudarme he elegido esta foto de una escalera de jardín y la he convertido en mi escalera personal. Con escalones de piedra que resistan el desgaste del tiempo, que sean duros para que no me hunda en ninguno de ellos y me sienta segura cuando los vaya subiendo o me quede estancada en ellos.

Mi escalera está invadida por la hierba y las flores, representando a mis seres más queridos. Los que están sin agobiar, a veces callados, solo presentes con un emoticono en un mensaje. Los  que comprenden que hay días que no estoy ni para contestar pero que no por eso dejan de estar presentes como una pequeña hierba que sale entre los escalones y ahí siguen día tras día para hacerme sentir acompañada.

A día de hoy, ya que algunos me preguntáis cómo me encuentro, os diré que me mantengo en lo bajito, casi en el arranque de la escalera. Adaptándome a conseguir pequeños logros en las rutinas más básicas que me vayan dando confianza para ir haciéndome cargo cada vez de más cosas, pero hasta llegar al modo sprint que llevaba no hace tanto, me queda mucho por trabajar y por aprender.

Sé que esto de parar y reflexionar no es nada original, les pasa a muchos. Sin ir más lejos ahí está el Cholo, reflexionando, asimilando la derrota, y es que como os comenté en otra entrada, hay que ver lo rápido que se pasa del equipo ganador al perdedor.

Así que desde aquí invito al Cholo a que me acompañe en mi escalera. A lo mejor le sirve en estos momentos de oscuridad porque lo que a mí me sigue sirviendo para mi vida y para no perder la Fe (por suerte más presente que nunca) es su lema «Nunca dejes de creer».

Consejos para afrontar el verano y no morir en el intento

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Llega la estación más temida para todos los mortales a no ser que seas modelo, mujer florero con posibles, famoso por ¿algo?, o ejecutiva/o con título de mago de los que consiguen estirar el día hasta las 30 horas para sacar tiempo para trabajar, ir al gimnasio, al centro de belleza, quedar para un after work y dormir 8 horas para que tu piel descanse y te levantes resplandeciente.

Si en cambio eres de los que no duermes lo suficiente o andas insomne (como es mi caso), tus visitas al centro de belleza son un par al año o alguna más si ese año tienes bodas o eventos, has redescubierto los Bollycaos y vas comiéndote todos los restos de galletas y batidos que van dejando tus hijos (no vamos a tirar comida). Si haces brazos con el aspirador y las bolsas de la compra, tus meditaciones consisten en contar hasta diez antes de dar una voz, estiras el cuello con las canciones de la radio en el coche, haces el deporte que puedes (yo una horita de Pilates semanal, no hay para más). O bien, si eres de los que el karma te sube y te baja en los atascos con tanto coche pitando, tu spa es una ducha de 3 minutos, el ir con la hora pegada todos los días consigue que a paso de marcha no te gane nadie, o eres de los que se beben una Shandy (a veces una cerveza) a trompicones mientras preparas las cenas, estos consejos son para ti.

Empecemos.

Lo primero, respira y relájate…El verano no es el examen de una oposición, hay que ir enfrentándose a él poco a poco, con calma.

Veamos, ¿no tienes tiempo para hacerte una exfoliación de todo el cuerpo antes de aterrizar en el sol?. No pasa nada. La cara la tenemos limpita porque durante el año hemos estado usando como mínimo algún gel exfoliante, agua miscelar, leche y tónico, en fin, las rutinas de limpieza básicas por lo que a estas alturas la tenemos perfecta. En cuanto al cuerpo, tengo células muertas para exfoliar hasta en el cerebro por lo que como mi tiempo es limitado dejaré que el sol vaya haciéndose hueco entre mi piel y la crema y, algo de colorcillo pillaré, digo yo.

El pelo: Me encantaría poder hacerme un alisado que me dure todo el verano para tenerlo de revista pero seamos realistas, tiremos de la espuma, domemos nuestra melena, y ¡que viva el look ondulado handmade!.

Operación bañador: ¿Realmente alguien no tiene celulitis o barriguita?, de los que nos rodean (los de las revistas no valen), pues…¡nadie!, así que alégrate, bienvenido al club, ¡eres del montón!. Olvídate de si tus vecinos, amigos o los de la toalla de al lado no dejan de mirarte, mírales tú, como ves, estamos todos en el mismo barco…Otra cosa, que se te mueva la celulitis y toda la grasa del cuerpo sobre todo cuando corres detrás de los niños, es lo normal porque nosotros huimos del bótox, aspiraciones de grasa, inyecciones de vitaminas y demás tratamientos innecesarios…Nos va lo natural, lo auténtico 100%.

En cuanto a la dieta, se acabaron los platos en tonos de otoño: lentejas, garbanzos, patatas con costillas…Con el verano todos los colores llegan a tu comida. No importa si no sabes combinarlos, nadie podrá llamarte hortera porque los platos arco iris están permitidos y recomendados. La ensalada es un ejemplo perfecto, en un plato metes verde, rojo, naranja, amarillo, morado, rosa, blanco, negro…no se me ocurre nada de comida azul pero si se te ocurre, ¡adelante, vuélvete loco innovando!.

Como inevitablemente vamos a pasarnos más de tres meses sudando, hay que reponer líquidos. Aquí dejo libre elección, agua con gas o sin gas, vino, cerveza, tinto de verano, zumo, refresco, lo que os quite la sed pero teniendo en cuenta que si lleva sobrecarga de azúcar o alcohol, luego hay que quemarlo y lo mejor es hacerlo bailando o intentándolo, en público o en privado, de esta manera te integras en el ambiente veraniego, así que ya puedes ir poniéndote al día en los ritmos machacones que formarán parte de la banda sonora veraniega. Lo único malo del baile es que quemas calorías pero sudas y tienes que volver a beber, es lioso pero sé que seréis capaces de encontrar el punto medio entre deshidrataros y acabar bebiendo más de la cuenta.

Como veis, consejos sencillos para todos porque lo importante es disfrutar y como decía mi profesora de danza del vientre sentirnos bien con nosotros mismos porque «somos reinas (o reyes)».

¡Animo y sé tú mismo!.

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Noches de cuento

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Hoy después del ritual de leer uno o dos cuentos con los niños antes de acostarse, me he dado cuenta de que por ellos he vuelto a descubrir cuentos populares que hacía siglos que no leía. Algunos creía que los recordaba perfectamente hasta que al releerlos he comprobado que me faltaban detallitos que mi memoria había olvidado y ahora los voy refrescando con su lectura y sus ilustraciones.

Mi hora de dormir se va preparando rodeada de hadas, caballeros, dragones, cerditos, princesas, lobos y una larga lista de personajes que consiguen mantener a los niños atentos y haciendo esfuerzos entre bostezos para que no se les cierren los ojitos hasta no saber si a Caperucita se la comerá el lobo.

La pena es que aunque me llevo todos esos personajes conmigo, no me producen el mismo efecto que a ellos y no puedo dormir. El insomnio ha vuelto después de un tiempo desaparecido y no parece que tenga intención de dejarme en paz.

Ni la leche, ni las respiraciones relajadas, ni los rezos consiguen que caiga rendida. Total, que acabo leyendo para no darle vueltas a la cabeza varios blogs que he descubierto hace poco y me tienen enganchada.

Me encanta pasearme por «El blog de una empleada doméstica, Aventuras de una chacha» (https://palomamzs.wordpress.com/). Os lo recomiendo para pasar un rato divertido, la autora escribe fenomenal, te engancha y te leerías todas las entradas del tirón, lo malo es que no me produce ningún sueño, aunque reírme, me río bastante y eso me ayuda a soltar tensiones lo cual es de agradecer siempre.

Para relajarme, bajar el ritmo y alimentar la fantasía que tanto nos falta en nuestra vida «real», me dejo llevar por los cientos de cuentos que forman parte de «Martes de cuento» (https://martesdcuento.wordpress.com/). El de esta semana sobre la cebolla es precioso y suelen tener su moralina. Recomendables para adultos y para niños.

Y así casi llego al final de mi historia, aquí no se comen perdices pero daría mi reino por ponerme a bostezar y dormirme. Quizás es que todavía no ha pasado Fernandillo echando arenilla por mi tejado y por eso no me pican los ojos y me llega el sueño…

Aunque quién sabe, quizás esta noche me visite Campanilla con Peter Pan y acabe soñando y durmiendo con la misma paz y serenidad de mis hijos.

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Que así sea…

Buenas noches.

Yo procastino, ¿tú procastinas?

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Procastinación, palabra complicada. Estoy segura de que no la he usado nunca pero después de buscar su significado, reconozco que forma parte de mi día a día.

Para quien no la conozca, aquí tenéis su significado:

Procastinar: aplazar el cumplimiento de una obligación o el desarrollo de una acción.

La clave de la procastinación está en el reemplazo de una actividad que necesita de atención por otra que resulta más placentera. La actividad elegida tiene menor importancia, aunque es más agradable. De este modo, se pospone lo importante y se privilegia algo diferente.

Creo que en lenguaje más sencillo, es algo así como vaguear, dejar lo importante a un lado y dedicarte a algo que te apetece en ese momento, ¿por qué?, pues como diría una publicidad de Revlon de hace tiempo, «porque yo lo valgo».

Un ejemplo de esta acción de procastinar sería cuando paramos, solo un «momentito de nada» de trabajar, de estudiar o de hacer nuestras labores, para echar un vistazo a las redes sociales y compartir el último chiste que ha colgado un amigo.

Ha sido solo un momentito, no lo podías evitar. Una fuerza interior te ha poseido y no has tenido más remedio que procastinar y entrar en Facebook o Twitter pero ¡ay amigo!, si entras, cuidado con los «me gustas» y con los «compartir» porque ¿sabes que estás dejando huella más o menos de la hora en la que estabas conectado, verdad?.

¡Qué exageración! podéis pensar, ¡si es solo una pequeña travesura sin importancia! ya pero que deja huellas, diría yo, pero tú que sabes latín me lo rebatirías diciendo que quien esté libre de procastinar alguna vez, que tire la primera piedra y éso te salvaría, porque la lista de «momentitos de nada» la tenemos todos creo que muy, muy larga.

Como todo, los excesos no son buenos pero yo seguiré procastinando un poquito todos los días porque ya me creo yo bastantes agobios por cumplir mil cosas como para no «regalarme» un ratito para mí.

Y para lo pendiente, seguiré tirando de alarmas, recordatorios, anillos cambiados de dedo y demás inventos de los que luego olvido su significado pero que digo yo que tendrían su lógica cuando los hice, como por ejemplo cuando el brik de la leche aparece en un armario de la cocina, ¿éso es un despiste o que procastino y paso de guardarla que es lo que debería hacer por sentarme a saborear el café?.

Otra vez, tendré que procastinar, dejar mis obligaciones y buscar opiniones en Internet, pero solo un «momentito de nada, ¿eh?.

Y tú, ¿procastinas?.

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Descolocada

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Como estas tormentas de primavera que ves como poco a poco van llegando, hay caídas que por más que quieres frenar acaban llegando.

A pesar de tanto subir y subir tu escalera diaria con tus orejeras sin pararte a pensar nada más que en lo siguiente, lo siguiente, lo siguiente, otra vez tu cuerpo se impone a tu mente y vuelves a verte en el arranque de tu escalera particular.

¿Por qué ahora?, ¿por qué justo cuando más activo tienes que estar?.

Como sabemos, el cuerpo muchas veces no hace más que reflejar con dolencias físicas lo que tu mente lleva tiempo rumiando, reteniendo a base de más actividad, más distracciones, seguir y no pensar hasta que se planta y da la orden a tu cuerpo de que, o paras, o vamos mal.

Y aquí estoy, recuperando el aliento, aprendiendo a respirar porque perdí las fuerzas y mi cuerpo reaccionó perdiendo la voz, con vértigos, náuseas y pánico por no saber cómo controlarlo.

Después de todas las entradas que he publicado sobre mantenerse positivo, activo, entrenándote a tí mismo para poder apoyar a los demás, me doy cuenta de lo difícil que es aplicárselo a uno mismo, no por falta de ganas sino porque todo se te queda corto para enfrentarte a un parón así. No estamos educados para caer, para frenar, hay que ser competitivos en todo, llegar a todo, y no parar, porque si paras, te saldrás del guión y no encajarás.

Sinceramente, no es agradable escribir esto. Me encantaría contaros algo más positivo, más divertido pero espero que sirva como apoyo a tantas personas como conozco que están pasando situaciones parecidas, a las que les falta el aire y la fuerza para seguir.

Espero que mi testimonio sirva para visibilizar que estos parones, estos bloqueos, nos pueden pasar a cualquiera en cualquier momento.

No estáis solos, pasará y volveremos a subir escaleras, a calzarnos los zapatos de las prisas y nos pondremos en modo hiperactivo pero mientras dure, aprenderemos a vivir en la casilla de salida otra vez.

Como socia fundadora del Club del Lexatín acabo premiándome con un Chupa Chups y agradeciendo de corazón tantos apoyos como estoy encontrando.

Aquí me tendréis, descolocada pero no acabada.

Pesas caseras y el límite del ridículo

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Como ya sabéis mi tiempo para hacer ejercicio es bastante limitado y este año me he hecho el propósito de no faltar a Pilates. Aunque por desgracia acabo fallando por mil historias intento recuperarlo en los huecos que puedo para no perder la forma y no acabar llena de agujetas el día que voy.

Esta semana me tocó recuperar una clase y estuve con otro grupo distinto al habitual, ya las conozco de otros días y fue una gozada sudar la camiseta con dos cincuentañeras con mucho sentido del humor. Nuestra profe repartió pesas y una parte de la clase tocaron brazos, al tercer ejercicio, llegó el debate porque mis compañeras y yo juraríamos que un kilo de pesas, pesa más que un litro de leche. Según la seño pesaban igual, pero a ver si es que los de Mercadona rellenan los bricks de leche con menos de un litro…podría ser, ¿no?.

Sé que para todos los lectores que son fornidos deportistas, leer que mis pesas son de un kilo, les habrá producido como poco una sonrisa pero es que yo las pesas solo las veía de lejos cuando iba al gimnasio porque confieso que todos esos chicos entrenando de cara al espejo, levantando kilos y kilos de peso, me producían bastante repelús. Les veía tan concentrados en mirarse al espejo que huía de tanto pase, pose porque yo para lo único que me miraba era para comprobar si la coleta seguía en su sitio y si se notaría que me temblaban las piernas al bajar de la elíptica.

Creo que el truco está en que aunque pone en el lateral de la pesa un 1, las letras de la marca deben pesar medio kilo así es como engañan a las pardillas como nosotras haciéndonos creer que solo son de un kilo.

Más tarde en casa dándole vueltas al tema mientras cenaban los niños, me puse a practicar con un kilo de azúcar y un litro de leche y desde luego no pesan igual, ¡seguro!. También comprobé que este experimento servía para que los niños comieran todo seguido bajo la amenaza de dejar de hacer mis «ejercicios» si dejaban de comer. Acabaron pidiéndome unos «bises» como en los conciertos y como premio, me bebí una Shandy que supongo que engordará menos que una cerveza.

El numerito quedó entre mamá forzuda y patética, para ellos obviamente quedé de «súper mami» y para mí de «para lo que hemos quedado».

A pesar de la clase y el numerito casero, no debió de dárseme mal porque al día siguiente no tenía agujetas aunque ésto lo digo solo aquí, en petit comité, no vaya a ser que el próximo día mi seño me suba a las pesas de 2 kilos y a ver luego cómo comparo en casa, ¡me faltarían manos!.

¿A que os ha picado la curiosidad?, pues nada, comparad con lo que tengáis en casa, aunque un consejo, mejor sin público, a no ser que queráis impresionar a alguien…

El Club del Lexatín

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Por diversas circunstancias, la vida se puede complicar en cuestión de horas, segundos y hoy he estado pensando en la cantidad de gente con la que puedo cruzarme al día por la calle que estarán pasando un racha complicada, enfermedades, trabajo, familia, amigos…

Nada más verte «complicado» tus sentidos se activan. Hay que ver la cantidad de miradas de extraños que te sacan de tu ensimismamiento que parece que te dicen, yo también lo estoy pasando mal, es solo un segundo y apenas se les oye por temor a que los que les rodean les tomen por raros.

Porque por desgracia, en esta sociedad hay que aparentar belleza, dinero, posición, buen rollo, positivismo. No interesan las personas que sufren, que sienten, esas cosas se pasan solo, hombre, no fastidies, que aquí estamos para echarnos unas risas y comentar lo guays que somos. ¡A cuánta gente conocemos así!.

Por eso quiero dedicar esta entrada a todos los que están pasando una mala racha. Deciros bien alto que a mí no me asustan los sufridores, que aquí estamos para reírnos, para llorar las veces que haga falta, para hablar, hablar y hablar y no arreglar nada, porque no tengo una varita mágica para arreglarnos a todos, pero sí que tengo un Lexatín para compartir, respirar y reírnos porque tú también lo llevas «por si acaso», porque somos del Club del Lexatín, que tiene mucho menos glamour que llevar el frasco de las sales en el bolso como antiguamente, pero que hasta puedo regalarte un chupa chups y darte un abrazo por auténtico, porque sientes, porque tienes fondo y sobre todo, porque eres humano.

Entonces, ¿qué?, hablamos, ¿no?