La Reina de las Floripondias

Las tan queridas y odiadas Redes Sociales pueden llevarte a variados estados que estaría bien poder reflejarlos con los tan manidos emoticonos. Por ejemplo, pueden hacer que pases de ellas, que te enganches y andes todo el día actualizando tu vida y la de los demás, que te hartes y desaparezcas por un tiempo, que te des de baja, ¿alguien sería capaz de desengancharse?…las posibilidades son tan variadas como tú quieras administrarlas.

En mi caso, mis «enganches» varían según la temporada y reconozco que desde que descubrí Twitter, me parece de lo más entretenido y apasionante.

Obviando la cantidad de «amiguitas» a las que he tenido que bloquear porque eran porno, me está permitiendo ponerme al día en temas que me encantan como arquitectura, historia, política, opinión, religión, fuerzas del orden, ministerios, opositores venezolanos, museos de España y extranjeros, periodistas, el Papa Francisco, el Jardín Botánico, programas de radio…las posibilidades son tan, tan variadas, que hacen que se vaya creando una madeja virtual en la que sigo temas de lo más variado.

Hoy quiero dedicarle un pequeño espacio a una floristería a la que sigo desde hace un tiempo, está en Madrid, enfrente de la basílica de San Francisco El Grande.

Se llama Flores con Encanto (www.floresconencanto.com). A través de un retweet sobre una imagen preciosa en la que aparecía adornada llena de flores la tumba de Santa Carmen Sallés, fundadora del colegio de mis hijos y muchos otros más, empezamos una «relación» de «me gusta» principalmente de tooooodas las bodas que ha tenido este verano, no sé cuántas pero a cada cual con decoraciones de las iglesias más bonitas.

Con el paso del tiempo, fuí coincidiendo con otros seguidores de sus trabajos y a través de ella, he descubierto gente muy interesante religiosa, misioneros…que me aportan pensamientos, frases, que me enriquecen en este momento vital en el que me encuentro donde me agarro a la espiritualidad y a la esperanza con todas mis fuerzas.

Gracias a ella, «la reina de las floripondias», cada día voy conociendo el santoral del día que ella escribe en una pizarra a la puerta de la tienda para recordar que ese día se celebran santos con los nombres más extraños que nunca oí, pero que seguro que cuando están ahí es porque realmente hay un santo detrás, luego son nombres que existen, ¡lo que estoy aprendiendo!.

Me encanta y me sirve de ejemplo su actitud positiva de todos, todos los días, su manera de sacarte una sonrisa, las fotos de ramos preciosos para celebrar cumpleaños, aniversarios, las anécdotas que le pasan en la tienda…

A mí me tiene loca con las rosas y eso que no eran de mis flores favoritas pero es que de vez en cuando tiene unas rosas verdes alucinantes y el otro día me dedicó unas entre naranjas y melocotón, ¡preciosísimas!.

Y así empezamos con los mensajes privados, nos comentamos cositas breves, preocupaciones, nos encomendamos mutuamente, nos mandamos ánimos…

Por todo esto, desde mi pequeño espacio de escritura, quiero darle las gracias a «la reina de las floripondias», porque todos los días está ahí, porque aunque apenas nos conocemos me dedica fotos de flores, porque a través de ella he ido enganchándome a gente interesante, porque es increíble cómo una «extraña» puede tener esa sensibilidad para dedicarme una décima de segundo de su agitada vida a mí, a la que no ha visto nunca y de la que apenas sabe nada.

Para mí es alucinante que haya gente tan generosa, así que por extensión, le doy también las gracias a Twitter porque no todo es malo y adictivo, todo depende del uso que les des (qué os voy a contar que no sepáis) porque a través de esta querida y odiada Red Social, ha sido posible esa «conexión», tan positiva.

Ojalá tengáis la misma suerte que yo y encontréis a parte de tutoriales de punto, recetas de cocina, manualidades, fotos de viajes de vuestros amigos, los vídeos más extraños que te puedas imaginar, sorteos, moda y maquillaje, alguien con ese «toque» de sensibilidad como me ha pasado a mí.

Como veis, no exagero al decir que las rosas son espectaculares.

Gracias L.

Invasión de carritos de la compra en el bus

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De vez en cuando en vez de moverme por Madrid bajo tierra, me desplazo en bus.

Como en cualquier ciudad, rara es la hora en la que no van llenos de gente. Mi hora es casi a medio día, justo antes de que se llenen de niños, estudiantes o trabajadores que acaban la jornada, o están en la pausa de la comida.

Mis compañeros de viaje son de la cuarta o quinta edad. Les llamo así porque creo que lo de la tercera edad ha quedado superado puesto que con 65-70 años, son muchos los que siguen activos y trabajando igual que siempre.

Aunque lo cojo en la cabecera de línea, me quedo de pie ya que a partir de la segunda parada «mis compañeros» empiezan a subir con carritos de la compra, bolsas y más bolsas de un mercado cercano.

Me traen muchos recuerdos esos carritos de la compra por los que asoman perejil, puerros, acelgas…Recuerdo cuando hace años acompañaba a mi madre al mercado y acabábamos igual, cargadas hasta arriba aunque nosotras teníamos la suerte de volver a casa en coche.

Me costaba muchísimo soportar esa mezcla de olores a carne, pescado, casquería, era mareante. Pero era un olor que ahora echo de menos porque mi compra «a mano» se reduce a elegir yo la fruta y la verdura con guantes y a coger casi todo lo demás envasado porque o voy corre que te corre, o tengo a los niños haciendo carreras por los pasillos con las cestas. Puede sonar algo prepotente porque muchos seréis de los de ir al mercado o a la frutería, pescadería pero yo optimizo mi tiempo y mis esfuerzos como mejor puedo, al menos mientras el día no tenga 40 horas.

En cambio «mis compañeros» de bus suben cargados hasta los dientes pero con esa expresión de «qué bien se me ha dado», » ¡vaya pescadilla llevo y qué  precio!»…No lo dudo porque el olor a pescado inunda todo mientras nos vamos quedando sin espacio vital con más y más viajeros.

Creo que los autobuses urbanos deberían llevar maletero como los interurbanos, evitaríamos olores, que te metieran las bolsas encima, cabríamos más y ya no te cuento si una pobre mamá sube con un carrito de niño porque ¡eso es para nota!…Aunque pienses que no va a caber, de pronto se activa un sexto sentido en mis compis y aparece un hueco no sé sabe cómo…El ser humano tiene esas sorpresas maravillosas de generosidad que te sorprenden en las situaciones más variopintas.

Así que ya veis, «colocada» por el olor a comida y exprimido mi espacio vital, voy por calles de barrios desconocidos para mí, pendiente de no pasarme mi parada.

Pero la labor social no acaba ahí porque a pesar de que cada parada es anunciada en un letrero luminoso y por los altavoces, » mi juventud» hace que mis compis me pregunten que si ya llegamos a no se qué parada, o que si les ayudo a desencajar el carrito porque no sale del rincón donde consiguieron meterlo y hora se empeña en no salir. Otra vez ahí, esos abuelitos sacan un chorro de voz no sé de dónde para asegurarse de que el conductor no deja a nadie sin bajar y espera pacientemente las maniobras de los carritos para salir hasta que le dicen, «¡ya estamos!».

Yo que me integro rápido en la situación también acabo dando voces, informando de paradas y comentando los frenazos tan bruscos que dan los autobuses aunque desde luego, caernos no nos vamos a caer porque no hay sitio.

En fin, toda una aventura que confieso, estoy deseando volver a repetir.

¿Y dónde voy yo a esas horas por esas calles de Madrid?, eso es información reservada…Solo os diré que consigo bajarme en mi parada que ya es ¡un éxito!.

Mira que si coincidimos y no lo sabemos, ¿te imaginas?…