Adaptándome al cambio horario

Arrancando la primavera cambiamos la hora y volvemos de vacaciones, ¿quién da más?.

Los expertos nos aconsejan calma para adaptarnos al cambio horario pero y eso, ¿cómo se hace?, ¿acaso nos van a dar un día de paréntesis para prepararnos?, pues no, nos dan un domingo encima con una hora menos para asimilar la nueva situación. Para cuando llega esa primera noche, andamos locos de tanto darle vueltas a si son las 11 nuevas o antiguas, porque seguimos sin poder dormir como todos los domingos haya o no cambio horario.

La semana va rodando y el mundo considera que ya nos hemos adaptado a la nueva hora, por lo que aunque mientras te tomas el café pienses, todavía podía estar en la cama, rápidamente te espabilarás cuando mires algún reloj de casa con la hora antigua (la hora del teléfono fijo de casa aún no ha cambiado) y dudes de si son las 7, las 8…pero, ¿cuál es la hora buena?.

¿Y lo que dura el sol?, es maravilloso sentir que tenemos más luz, que el sol nos acompaña y qué bien porque el sol es vida aunque ya son las 7 de la tarde y podía bajar un poco su intensidad porque parece que mi hijos la «huelen» y siguen con el mismo gas que si fueran las 10 de la mañana. Como sigue sin bajar, opto por ir cerrando las persianas poco a poco aunque ahí fuera sigue habiendo luz y, ¡son las 8!.

Para cuando tengo a los niños cenando me doy cuenta de que por fin ya no hay ni sol ni luz, ¡menos mal!, se va acabando el día, este día taaaaan largo que a mí se me está haciendo eterno.

Seguro que puedo resultar rara porque parece que huyo del sol pero es que cuando el ritmo del día es el mismo que el de la semana pasada con el mismo ritmo frenético de trabajo, niños, casa y vuelta a empezar, esta madre rara, rara, solo pide que el sol colabore un poquito para que cuando diga «¡a cenar!», no me miren como pensando será a merendar porque todavía hay luz. Por lo que desde aquí les digo a los expertos en cambio horario que para esta madre, ésto es un faena y como son los responsables, espero que vengan a mi casa a explicarle a mis angelitos que aunque haya luz, se cena y que aunque parezca que los días son muy largos, también se acaban y su mamá pretende acabar su jornada a la hora de siempre y no una hora más tarde.

Mañana seguiré adaptándome a salir medio a oscuras. Con lo que me gusta llegar a trabajar con el sol bien alto, salir del Metro con las gafas de sol puestas, mirar un escaparate y bueno, solo me faltaba el café y el croissant para parecer Audry Hepburn en Desayuno con diamantes aunque la verdad es que yo miro el escaparate no por parecer Audry después de una noche de fiesta,  sino para asegurarme de que realmente estoy frente al escaparate  ya que sin saber muy bien cómo he llegado un día más a la oficina a pesar de que un rato antes mis piernas no eran capaces ni de dar un paso, pero sorprendentemente al final, siempre acabo llegando.

Por otro lado, lo de que la primavera, la sangre altera, creo que está sobrevalorado. Por aquí todo el mundo anda alterado sea diciembre o abril. Todos corren igual por la mañana, la falta de urbanidad está presente todo el año y el estrés forma parte de nuestra alteración diaria. Veamos, ¿quién no ha leído u ojeado algún artículo sobre auto ayuda?, ya sea sobre «Cómo potenciar tus valores en una entrevista de trabajo», «Cómo conseguir un cuerpo diez» o «Cómo desenvolverte con gracia y elegancia aunque te falle internet»…seguro que alguna vez has «caído» en la tentación de leerlos  y éso es porque en el fondo todos andamos alterados e inseguros, que la primavera lo acentúe ya lo iremos viendo.

Por lo pronto, yo sigo asombrándome de que se me vaya la cobertura en el ascensor, hay que ver, un día más acabo cayendo en lo mismo, me quedo mirando el circulito dando vueltas y más vueltas, claro hasta la planta 15 se puede hacer muy, muy largo.

Creo que la solución puede ser pegarme más a la puerta del ascensor, igual así por ese hilillo se cuele la cobertura, o no…Vaya, ya no sé si son las mechas las que me afectan o la primavera, a ver cómo lo diferencio, seguiré dándole vueltas y más vueltas…

Lunes de Pascua

Lo que podría ser un lunes de vuelta a la rutina después de unas buenas vacaciones, duro pero ilusionante, para mí está siendo un día peculiar, agotador y fastidioso.

En Madrid no empieza el cole hasta el miércoles así que mis niños están encantados de seguir en ese estado de locura y diversión que dura ya no sé cuántos días. Tanto aire de Sierra Mágina, tanto sol y tanta excursión han conseguido que se recuperen de los virus pasados y estén tan súper vitaminados que rozan la hiperactividad. Recargan las pilas con tanta facilidad que solo me falta llevarles a correr un maratón a ver si así se agotan, pobres seños, no sé cómo les van a mantener sentaditos y calladitos el miércoles.

Yo me había cogido este día de vacaciones para organizar la casa y disfrutar con los niños pero no contaba con que los planes iban a ser tan diferentes.

Ya sabéis que hace unos días me dediqué a acoger virus, conseguí echarlos justo para los días importantes de Semana Santa pudiendo disfrutar con la familia de la tranquilidad y el buen tiempo que ha hecho en Bélmez de la Moraleda. Volvimos todos felices, unos más relajados que otros, listos para empezar el nuevo tirón del cole, el trabajo y las rutinas, pero como no todo puede ser perfecto, hoy, un nuevo virus ha venido a visitarme.

En esta situación desesperante, no todo es malo, y por suerte, mi madre ya está ocupándose de toda la intendencia mientras yo estoy en aislamiento con mi nueva «amiga», la gastroenteritis.

¿Cómo la he cogido?, eso me gustaría saber a mí. El caso es que ha venido a ayudarme a hacerme una limpieza de todos los excesos alimenticios de estos días. Ya sé que en el fondo, fondo, debería sentirme afortunada porque, ¿cuándo podréis quitaros vosotros esos 2 kilitos que habéis cogido con tanta cervecita y tanta torrija?, pues yo ya estoy libre de impurezas aunque mi «amiga» no lo tiene del todo claro y pretende que siga desprendiéndome de lo que quede de Navidad o de no sé cuándo.

Así que, el fin de fiesta está siendo sorprendente. No pensaba que lo pasaría agarrada a una botella de Aquarius, pero de lo que no hay duda es de que «la pascua», no me la pierdo, de éso ya se encarga mi «amiga».

En fin, espero que vuestra Pascua sea mucho mejor que la mía y empezéis esta nueva etapa renovados y con fuerzas.

Yo conseguiré resurgir y no sé, tendré que cambiar la cerradura para que no se me cuelen más visitas no deseadas.

Más humanidad

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¿Hasta qué punto es bueno entrar en la vida del prójimo?.

El otro día en el Metro coincidí en el vagón con una chica un poco mayor que yo, extranjera por sus rasgos, normal y corriente en todo lo demás, menos en una cosa, no paraba de llorar. Por más esfuerzos que hacía por mantenerse tranquila, acababa otra vez rompiendo a llorar. Agarrada al bolso y al móvil intentaba hablar con alguien, pero quien quiera que fuera a quien llamaba, no contestaba. En una de las respiraciones que hizo consiguió calmarse y parecía más serena. Cuando llegó mi parada, la dejé ahí sentada perdida en sus pensamientos con un pañuelo en la mano, al quite por si volviera a hacerle falta secar sus lágrimas.

Según iba hacia mi autobús me sentí fatal, ¿cómo había podido ser tan insensible para no acercarme a preguntarla si necesitaba algo?, ¿hasta qué punto me había deshumanizado como el resto de los ocupantes del vagón incapaces de acercarse a ella?.

Mientras volvía a casa me acordé de una vez hace años que por correr, tropecé en la escalera del Metro. Me hice un esguince en el pie y no podía levantarme. Tirada en mitad de la escalera veía como la gente me saltaba para no perder el tren que acababa de llegar hasta que una señora me ayudó a levantarme y conseguí llegar a rastras a urgencias. Nunca olvidaré esa mano amiga que fue capaz de perder el tren por una extraña y auxiliarla.

Muchas veces me acuerdo de cuando vivía en Jaén. Cuántas veces nada más subirme en el autobús, la señora mayor que llevara sentada al lado, en seguida te preguntaba hasta dónde ibas y de dónde venías, más que nada para poder contarte ella qué hacía en el autobús. Esa cercanía, ese contacto tan natural debió perderse en Madrid hace mucho tiempo.

Aquí, nos pasamos el día corriendo. Si vas mirando a tus vecinos de vagón o de cualquier cola que estés haciendo, te tomarán por raro y descarado. Con tanto distanciamiento, hemos llegado al punto de ni preguntar cuando vemos a alguien en apuros o en una situación complicada no vaya a ser que te toque perder el tren, el autobús  o llegues tarde a trabajar.

¿Tanto cuesta ser acogedores con los turistas despistados que no se aclaran con qué línea de Metro tienen que coger para ir al aeropuerto?. ¿Y con los inmigrantes, perdidos sin saber cómo llegar hasta donde tienen una entrevista de trabajo o donde probar suerte con una nueva vida?.

Parece que por ir leyendo o escuchando música estamos exentos de ser humanos, ¿no es tremendo?. Seguramente, la chica de mi vagón, al preguntarla si se encontraba bien, me habría dicho que si, que no necesitaba nada porque muchas veces, no es tanto la ayuda que podemos prestar como el hacer saber a los demás, conocidos o no, que estamos ahí, a su lado. Solo ese gesto es suficiente para que el otro se sienta acogido, visible ante los demás.

Lo que tendría que haber hecho con esa chica y no hice es haberla demostrado que me interesaba como persona, haber sido más humana, que hubiera sentido que estaba dispuesta a «perder» el tiempo con ella, aunque hubiera perdido mi autobús.

Así que a tí que me estás leyendo ahora te digo, si te encuentras mal, párame, fréname, porque esta imperfecta humana tiene tiempo para tí porque de verdad me importas.

Virus welcome

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Sé que me habéis echado de menos pero estos últimos días he tenido invitados en casa y ha sido imposible sacar un rato para escribir.

Empezamos hace dos semanas con la visita de una otitis, uno de mis hijos se la trajo así, sin preguntar y nos acompañó una semanita, pero claro, mi otro hijo no iba a ser menos y para no repetir, una mañana apareció con anginas.

Con este panorama, conseguí recuperarles para un cumple pero la mejoría fue solo un espejismo, porque al día siguiente, mis invitados se hicieron más presentes en casa y la recaída fue peor.

Por suerte, mi madre ha ejercido de cuidadora como una campeona todos los días. Ha ejercitado su paciencia y dedicación a sus nietos al máximo pero al final, ha acabado «de baja», llevándose a su casa un buen resfriado.

Cuando parecía que se recuperaba el de la otitis, apareció la gripe para relevarla y como sabéis, ésa cuando llega, se toma su tiempo y se alarga y se alarga todo lo que puede. Mientras, la tos seguía bien presente sobre todo por las noches.

Seguro que habéis experimentado esas noches eternas de toses y más toses que parece que nunca se van a pasar. Por desgracia, de pequeña mi punto débil era la garganta y recuerdo con horror esas noches agotada de tanto toser acompañada de mi madre que ya no sabía qué inventar para ayudarme. Una de ellas, me llevó al salón, me puso un cola cao con miel y la tele, justo empezaba la película «El diablo sobre ruedas» (creo que se llamaba así). La peli contaba la persecución de un camión a un coche sin motivo alguno por esas carreteras interminables de Estados Unidos, de la impresión, se me pasó la tos y nos quedamos a verla terminar. Nos encantó, así que os la recomiendo para una noche de tos y desesperación.

A día de hoy, he recuperado al de las anginas y las toses. El de la gripe empieza las vacaciones sin fiebre (por fin) y solo le quedan los dichosos mocos que me temo que nos acompañarán toda la Semana Santa.

Pero como «amar es compartir» como decía una campaña de hace unos años de Manos Unidas y en casa compartimos todo, me he quedado yo con los virus y desde ayer, mi cuerpo está hecho un trapo, me duele todo y ando de escalofrío en escalofrío.

Mañana volveremos al centro de salud en el que me he sacado un bono para pasar las tardes, solo nos falta invitar a merendar al pediatra porque casi, casi es de la familia y es que cada uno acoge lo que puede, un gatito, un perrito, un pediatra, un virus o una pandilla de virus, el caso es acoger, y estas semanas, no creo que me gane nadie.

En fin, os deseo una feliz entrada en la primavera sin virus para disfrutar de la Semana Santa.

Yo me planto, cierro por vacaciones, y ¡no acojo en casa a nadie más! (o eso espero).

Quiero ser mujer florero

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Nota: Una vez escritas mis ideas en serio sobre la celebración del Día Internacional de la Mujer Trabajadora, os dejo otra versión de este día cargada de ironía y con un toque de locura. Espero que lo disfrutéis tanto como yo.

Suena el despertador, son las 6.45 de la mañana, o las 6.50, o las 7, o las 7.30…¿Cuántas veces has renegado de tener que levantarte para ir a trabajar con lo bien que se está en la cama?.

Vamos a ver, ¿a qué pandilla de espabiladas se les ocurrió pensar que para que la mujer se sintiera realizada tenía que tener un trabajo?. ¡Si yo lo que quiero es ser una mujer florero!.

¿Os acordáis de la canción «Mujer florero» que cantaban Ella baila sola?. Dejo el enlace por si queréis recordarla (https://www.youtube.com/watch?v=GWkiG9plkx8). Yo siempre  me imaginaba a una señora en bata y zapatillas, con el trapito del polvo, los rulos…¡una maruja en toda regla!. Y a ver, después de tantos años y tanta lucha, ¿qué hemos conseguido?. ¡Un Día Internacional!, ¡bieeeeen! y para celebrar ¿qué?, ¿lo pringadas que somos?.

Veamos en qué consiste la «liberación» que hoy celebramos: nos dejan trabajar y no nos obligan a estar en casa, podemos tener (en mayor o menor medida) independencia económica, nos sirve para demostrarnos que valemos lo mismo o más que los hombres…Vale, si todo eso está muy bien pero la cruda realidad es que yo, a mi edad, hoy, confieso para horror de todas las feministas del mundo que quiero ser ¡MUJER FLORERO!.

¡Lo siento chicas!. Sé que habéis luchado mucho para que pudiera estar donde estoy, soy una desagradecida, pero trabajar es un castigo divino, llegar a casa y tener que seguir trabajando más castigo todavía, y si tienes que ir en transporte público, lo que vuela no es el Metro, ¡son mis fuerzas!.

Total, que quiero el pack completo «Mujer Florero»: chalet, servicio, unos niños sin manchas, chófer, una vida de glamour y lujo donde mis mayores preocupaciones sean elegir mi próximo destino de vacaciones o un nuevo esmalte de uñas.

Si lo fuera, podría apuntarme al gimnasio, practicar todas esas nuevas variedades de yoga o pilates que mantienen a las famosas con un cuerpo diez; beberme todos los zumos detox y vitaminados maravillosamente milagrosos con los que recuperaría la juventud y la tersura de mi piel reseca por tanto humo y polución; me estiraría la piel, me quitaría la grasa que me sobra y mis mechas estarían siempre como recién salidas de la peluquería.

Dejaría de ser una pardilla de la moda perdida entre tantas tendencias y podría cumplir al pie de la letra todos los looks imprescindibles, no como ahora, que para cuando consigo comprarme el vestido lencero, ya ha quedado totalmente superado por los vestidos de inspiración folk…¡oooooh!.

¿Podéis imaginaros una vida así?, yo sí así que jugaré a  Euromillones, a La Primitiva y a todo lo que tenga un bote como mínimo de un par de millones de euros, para asegurarme bien el pack completo.

Y bueno, después de haberos convencido a muchas (y seguro que a muchos) de las ventajas de vivir «a lo florero», bajo de nuevo a la realidad deseándoos un Feliz Día de la Mujer Trabajadora.

Sigamos soñando que es gratis pero mañana madrugamos, ¿no?.

Día de la mujer trabajadora

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Hoy empiezo felicitando a todas las mujeres que se asoman al blog. Trabajadoras dentro y fuera de casa, con o sin cargas familiares (niños, padres, madres, maridos), todas igual de importantes y de respetables.

Creo que para empezar es bueno recordar de donde viene esta celebración. Fue en 1977 cuando la ONU declaró el 8 de Marzo como Día Internacional de la Mujer Trabajadora en recuerdo de aquellas mujeres de la industria textil neoyorquina que iniciaron una huelga para reclamar la igualdad salarial, ¡una jornada de 10 horas! y que se les permitiera un tiempo para la lactancia. Pioneras en las reivindicaciones del trabajo femenino, lograron con su granito de arena (muchas murieron en el intento) el que hoy tengamos leyes que traten de igualar las condiciones de trabajo entre hombres y mujeres.

Calma, que éste no es otro escrito de feminismo radical. Lo que quiero compartir es una visión femenina (que no feminista) sobre la mujer. Por supuesto, son mis ideas personales, ajenas a los excesos de FEMEN o de cualquier otro grupo más o menos politizado del feminismo mundial.

Mi visión, parte de la importancia de lograr el empoderamiento de las mujeres en todos los aspectos de la vida diaria, incluyendo la conciliación, la corresponsabilidad, la promoción profesional y por encima de todo, de conseguir que se respete su dignidad sin discriminaciones ni abusos de ningún tipo.

Estas ideas «a mi manera» son el resultado de muchos años estudiando para mi oposición las leyes sobre la igualdad efectiva entre mujeres y hombres y sobre la violencia de género. De tanto estudiarlas acabé sensibilizándome aún más con este tema que siempre me ha parecido apasionante y sobre el que intento estar al día.

Como ya sabéis, soy mujer trabajadora dentro y fuera de casa, y tengo dos hijos. Me considero un ejemplo normal y corriente de la vida que voluntariamente han elegido muchísimas mujeres, todas ellas campeonas en la modalidad de su día a día aunque hoy no voy a centrarme en ellas.

Hoy, quiero dedicar la celebración de este día a otros dos colectivos de mujeres.

En primer lugar, a todas aquellas que dedican su vida a los demás renunciando a su familia y a crear la suya propia, para dedicarse en cuerpo y alma a los más necesitados en cualquier rincón del planeta. Esas mujeres fuertes, decididas, luchadoras, que formando parte de organizaciones religiosas o no gubernamentales, no se rinden a pesar de las dificultades que cada día encuentran para desarrollar su trabajo ya sea por la falta de materiales, las trabas burocráticas e incluso por la desconfianza de los habitantes de las zonas en las que ayudan a la población a desarrollarse y progresar. No conozco personalmente a ninguna de ellas, pero todas las entrevistas que he leído tienen un denominador en común, es un trabajo que «engancha», agotador pero tan gratificante que hace que prácticamente ninguna quiera volver a su país de origen y llevar lo que nosotros entendemos como una vida «normal».

Y en segundo lugar, quiero recordar a todas esas niñas de mentalidad pero recién estrenadas mujeres que son vendidas, alquiladas, vejadas y explotadas. Para ellas el paso de niña a mujer es la condena a una vida de trabajos forzados. A partir de los 11 años, son las familias las que en muchos casos con el respaldo de las leyes de sus países de origen las venden o las entregan para casarlas y deshacerse de la carga que suponen para la supervivencia de la familia. Otras veces, son las mafias las que las secuestran y explotan. Tener que llevar una vida así con tu dignidad pisoteada por todos, sin derechos, sin opciones y sin futuro, debe ser terriblemente duro y desmoralizante.

Soy consciente de que estas líneas no van a cambiar la situación de la mujer en el mundo pero creo que es lo menos que puedo hacer para destacar el trabajo voluntario y deseado de unas,  y forzado e injusto de otras.

¿Mis deseos?, conseguir que se respete a las mujeres y que se les permita desarrollarse profesionalmente sin coacciones ni cortapisas pudiendo elegir líbremente donde quieren trabajar, ya sea fuera de casa, para su familia o para los demás pero siempre con unas condiciones justas y sin discriminaciones.

Soñemos y sigamos luchando para cambiar las cosas porque una sociedad sin sueños, es una sociedad sin esperanza.