Tanto que pensar

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Esta noche tengo tanto que pensar, tanto que reflexionar que ni con un caramelito consigo dormir.

Estoy inquieta, miro al cielo y me pierdo entre tantas estrellas. ¿Recuerdas cuando me hablas de planetas, galaxias, nebulosas?…me encanta, pero me pierdo entre esas dimensiones de trillones de kilómetros o años luz…

Me pongo mi gorra de capitana y entro en «I Sea». No os podéis imaginar lo que se parece el Mediterráneo a la distancia que lo veo gracias al satélite que me manda mi cuadrante para buscar pateras, al cielo de la noche. Todo son tonos de azules llenos de puntitos blancos y negros, haciendo formas más o menos caprichosas que «juegan» a despistarme en mi misión y a ver casi formas de animalitos y objetos como cuando miras al cielo lleno de estrellas o de nubes.

Sigo inquieta, ni el cielo ni el mar consiguen relajarme.

¿Y la Tierra?. Masacres, odio, guerras, abusos, enfermedades…nada que no sepáis. Sumergida entre tanta pena y tanta rabia, busco la Paz perdida, la serenidad, pero me duele el alma, ¿puede doler?, no tengo ni idea, a mí se me pone un nudo, no sé si se parecerá a eso…

Busco el consuelo en la oración, mi Fe me acompaña a pesar de tanta duda y tanto dolor. Rezo a pesar de ir contra corriente, aunque «sea de viejas». No decaigo, cada día busco nuevos santos a los que confiarles mi «mochila» y sé que a su manera me renuevan las fuerzas, me dan oxígeno para aguantar un día más.

Por desgracia no tengo la suerte de que cambien las cosas pero sí me siento acompañada, cada vez noto más esas presencias que me empujan hacia delante, que me traen a la mente pensamientos de fuerza y lucha para el día a día.

Aunque no todo es tan sencillo y color de rosa. Hoy por ejemplo, aquí sigo inquieta, no encuentro la manera de acabar el día, o más bien de dejar que arranque el nuevo día, y descansar antes de empezar las tareas del nuevo.

Qué ingenua pensar que en una noche voy a encontrar la solución a los problemas del mundo…

Descansa cabecita loca, el pilar de una familia tiene que cargar las pilas para estar presente y fuerte para los suyos.

Duro es el papel encomendado a los pilares. Si a ti también te ha tocado, bienvenido, a base de empujoncitos nos iremos recolocando entre todos.

Y no olvides, que esta es tu casa.

Te espero.

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Me ha faltado contarte…

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Me ha faltado contarte que es verdad que todavía hoy sigo viendo desde la cama el planeta Marte, que según me dices irá bajando y en unos días no le veré más. Los niños ya saben localizarlo desde su ventana, se ha convertido en una costumbre despedirse del día buscando la Luna y Marte.

Me ha faltado contarte que hoy, al final, acabo agobiada porque después de repasar todo lo que he hecho, me ha faltado….¡uf!, mil cosas que se van quedando para mañana o pasado…

Me ha faltado contarte otra vez que tenía que haber hecho el gazpacho, ya sé que te lo he dicho más veces, que no pasa nada pero qué rabia no haberlo tenido para la cena.

Me ha faltado contarte que la puerta del baño sigue crujiendo y con estos inicios de noche de vendaval que estamos pasando, suena a película de terror.

Me ha faltado contarte que entro en «I Sea» y dudo de si esa serie de puntitos blancos tan lejanos podrían ser una patera. Busco sin saber muy bien el qué y voy pensando, ¿dónde estáis?, estoy aquí para ayudaros, definiros un poco más, por favor…

Me ha faltado contarte que con tanta ventana abierta y ese viento serrano de primera hora de la noche, saldremos volando con la cama como en «La bruja novata».

Me ha faltado contarte que con tanta ventilación me despierto de madrugada helaíta buscando una mantita, y que me mata tener que ponerme el antifaz porque no amanece por el Este, ¡amanece dentro de nuestra habitación!.

Me ha faltado contarte que me preocupa que mis seres queridos sufran, incluso esos que se quedaron lejos. El tiempo suaviza las heridas y te permite, si le dejas, que entre la Paz en ti.

Me ha faltado contarte que entiendo tu preocupación, tus silencios, pero que aquí estoy para acompañarte o para llenarlos.

Me ha faltado contarte que los niños no se duermen sin tus achuchones, que te adoran.

Me ha faltado contarte la suerte que tengo de que estés aquí, que nadie como tú para entenderme, para levantarme, para animarme.

Me ha faltado contarte que creo en ti y doy gracias por tenerte a mi lado.

Me ha faltado contarte que sigo insomne perdida pero recuperando la Paz.

Me ha faltado contarte que mañana puede ser un gran día.

Te quedaste dormido…descansa.

Yo velaré los sueños de todos, la Luna, Marte y las estrellas me acompañarán.

 

Tentaciones en el súper

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Hace unos días haciendo la compra, me paré a pedir una barra de pan. En esta sección de panadería y pastelería hay tantas cosas apetecibles que no sé bien en cuál fijarme, me llevaría de casi todas pero procuro ponerme las orejeras, pedir la barra y salir corriendo lo más rápido posible hacia la fruta y las verduras, como buscando lo verde, lo sano, las vitaminas y huir de las grasas, las empanadas, el azúcar, las cremas, el chocolate…

Esa tarde en particular iba con una pequeña lista. Iba a ser una compra rápida, sabía dónde estaba cada cosa, era llegar, cogerlo y marcharme. No contaba con que mi conversación con la chica de la panadería-pastelería iba a ir más allá del mero saludo, la petición concreta y un «nada más, gracias».

Cuando estaba guardando la barra de pan e iba a marcharme, de pronto se dirigió a mí y me dijo, ¿no querría llevarse unos pastelitos?. Horror y terror, ¿yo pasteles?, la miré con angustia y conseguí justificar mi negativa con que estábamos en plena operación bikini y que hay que ver la de cosas tan ricas que tenían, que era una tentación horrible pasar por allí.

La pobre no sé si pensaría, «menuda pirada, si todos piensan igual, no voy a vender nada», o «qué chica más graciosa, ¡qué humor!». Me inclino por el primer pensamiento.

Luego mientras empujaba mi cesta llena de comida sana y no tan sana, pensé, que hay que ser tonta para no darte un capricho, pero confieso que el problema es que ¡no habría sabido qué elegir!, dulce o salado…aquí aparece mi indecisión…tic, tac, tic, tac…Ya puesta, seguro que habría cogido no sólo para mí sino también para Carlos y los niños porque si yo caigo, caemos todos, ¡of course!.

Por suerte, sobreviví a la tentación y encima encontré una oferta estupenda de cereales tipo Special K con chocolate con un precio genial.

Salí del súper con mi bolsa reciclable hasta arriba, el bolso lleno de snacks para los niños y la barra de pan a punto de escaparse del bolso, ondeando como una bandera para que todos vieran que salía del país de las tentaciones sin un dulce, aunque eso sí, con el hombro destrozado pero lo más recta posible para no perder el equilibrio.

Al llegar al coche, bebí mucha agua para auto convencerme de lo bien que lo había hecho y lo poquito que había tardado.

Esa batalla la gané pero la guerra es tan, tan larga y mi espíritu tan débil que no sé cuánto aguantaré sin pillar un trozo de empanada para la cena y unas magdalenas caseras, caseras para los desayunos pero eso, será otra historia.

Reflexiones en la siesta

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Llega la pausa de después de comer, todo recogido, los niños acostados, y yo necesito frenar…

Una hora o un poco más para conseguir parar el cuerpo y la mente. No más cosas pendientes, no más tengo que hacer, no más dejar volar la imaginación…solo yo y el silencio.

Respiraciones suaves, pausadas…Vamos cuerpo mío, relájate, descansa…

Dulce sueño, despertar pegajoso.

Bajo diez escalones y llego a mi retiro, mi escena de paz, entro e intento quedarme, respiro y descanso, al fin.