Estaba yo pensando…

Estaba yo pensando que estos días casi primaverales son una gozada, el solecito nos anima y llevamos mejor la semana, las risas inundan el aire, el aire huele a flores del campo, los peces beben en el río de aguas claras, un suave sonido llena mis sentidos y ¡pum!, se acabó, finito, game over.

Susto de los grandes cuando me despertaron las sirenas de los coches de la Guardia Civil, haciendo un grandísimo esfuerzo por saber dónde estaba y a la vez procesando lo que pasaba.

Otro susto en la carretera maldita, esa en la que las encinas valen más que las vidas humanas. Esta vez no ha sido nada grave, unos minutos en caravana y sobrepasamos el lugar del incidente, me quedo sin saber qué había pasado pero dando gracias de que nadie hubiera salido malparado.

Intento retomar mi sueño de armonía y paz pero ya no vuelve. Desapareció con el susto.

Ahora recuerdo el día en el que estoy y que no se parece en nada a mi sueño. El sol en la oficina es abrasador y me hace pasar la mañana con chapetas. La capa de polución que veo al fondo de la ventana hace que casi no vea la sierra de Madrid. Al abrir la puerta de emergencia buscando algo de corriente para que se renueve el ambiente sofocante no me trae ni silbidos de pajaritos ni vistas de árboles ni flores, solo entran humos de las ventilaciones de los gigantes de hierro y cristal que nos rodean y ruido, no música, de las bocinas y las sirenas que hacen otra vez que se me ponga un nudo en el estómago.

Y ahí, en medio de ordenadores, impresoras, mesas, sillas, ruidos y calorazo, aguanta mi cestita de mimbre con unas tímidas hojas verdes pero bien tiesas, desafiando los malos humos del ambiente.

Mirarlas me llenan de paz y me animan a seguir soñando y tarareando «pero mira como beben los peces en el río…»