Follow the leader

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Esta mañana cuando he salido del vagón del Metro aunque parece que en Madrid no quedan más que turistas, deberíamos de ir todos los currantes en el mismo tren porque al llegar a mi parada éramos una marabunta.

Enfilando las escaleras mecánicas para subir y viendo ese tropel de gente me he acordado de la canción «Follow the leader». Estoy segura de que te acuerdas de ella porque suele sonar en bodas, fiestas de Fin de Año y en cualquier celebración en la que quieras que el personal se marque un bailecito conjunto y haciendo el ganso.

Mientras subía pensando en la canción, se me ha ocurrido pensar en lo que pasaría si sonara por los altavoces y el primero de la escalera se convirtiera en «el Líder«.

¿Sería capaz la gente de seguirle en su baile?.

Pongamos que en ese momento de la mañana están lo suficientemente espabilados para entrar en el juego. Imagino que al llegar a lo alto de la escalera agitando los brazos, empezarían a bajar por la manual dando un pasito hacia delante y otro hacia atrás. Si hay algún patoso, algo totalmente seguro, el pisotón está asegurado y apuesto a que los tropezones también porque los escalones son bastante estrechitos así que los de pies grandes irían rozándose y retrasando a los de detrás.

Como es mi «sueño», no habría caídas ni heridos. Los pisotones y los traspiés unidos al estado festivo de los participantes quedarían en mera anécdota y generarían una corriente de ayuda al prójimo y buenas palabras.

¿Admitirían los viandantes que fuera el Líder todo el rato el mismo?. ¿Alguien pediría «la vez» o se la apropiaría sin más?. También podrían crearse dos cadenas de gente y que mientras unos bajen, los otros suban o que vayan a la vez y que compartan todos juntos la escalera de bajada, chulo, ¿no?.

Después de hacer el ganso tres o cuatro veces, la música se pararía y volveríamos todos a nuestras prisas por llegar a nuestros destinos. Durante una media hora habríamos sido todos parte de una actuación espontánea, llena de risas, respeto y solidaridad con los bailarines más torpes.

Si todo eso fuera posible y te pareciera tan bueno, ¿por qué crees que no suele pasar?. ¿Por qué cuando alguien intenta ir a  contracorriente y salirse del guión lo consideramos un loco?. ¿Tan «enganchados» estamos al orden y a las normas?.

¿Y si no te convence ese Líder, por qué continúas bailando con él?. «Más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer», dice el refranero español, pero entonces, no te quejarás cuando algo no te parezca bien, ¿no?. Porque lo malo de esta «conga» tan divertida es que si la aplicáramos a la vida real veríamos como continuamente desperdiciamos nuestros propios pasos de baile por seguir a la masa.

Tienes una mente maravillosa para pensar y mejorar o hacer diferente tu baile del de los demás. Siempre puedes salirte de la fila, unirte a otra o inventártela tú. El riesgo de que nadie te siga está presente pero eso no significa que estés equivocado es solo que a lo mejor tu mensaje no llegó o que el receptor está tan abducido por la canción machacona y facilona que no es capaz de oír nada más.

Siempre me acuerdo de un anuncio de televisión en el que al final se decía «Busque, compare y si encuentra algo mejor, cómprelo», cuánta razón tiene.

Solo tienes una vida así que no la desperdicies, sé tu Líder, márcate tus pasos y búscalos.

Por mi parte, confieso que caigo muchas, muchas veces en bailes facilones pero como hoy estoy cañera, me permito zarandearos vuestra conciencia (o eso espero) y la mía, y os animo a buscar los pasos de baile que mejor os vayan.

La de veces que recurro al baile….¿qué tendré yo en la cabeza?…»izquierda, izquierda, derecha, derecha, vuelta y cruce…»

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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Saber que se puede

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Hace un par de días que me dieron la noticia pero no ha sido hasta ayer cuando he sabido cómo se enteraron y ya sí he acabado de creérmelo.

Espera, no me juzgues tan rápido. No es que desconfiara del mensaje que recibí pero entiende que en mi situación a duras penas consigo mantener mis pilares cada día y ante una noticia así, tan grande, tan buena, me vuelvo un poco como Santo Tomás y si no lo veo, no lo creo.

Te cuento ya.

Hace casi un año y medio se tambaleó la vida de una familia, una más por desgracia, pero con la diferencia de que esta vez al ser un compañero de trabajo, yo estaba de espectadora en una de las primeras filas.

Un «bicho» de los malísimos había elegido a María, la hija de mi compañero, para quedarse, para robarla sus dieciséis añitos y toda la vida que tenía por estrenar.

Gracias a Dios, casi año y medio después, el «bicho» ha sido oficialmente derrotado.

Desde la distancia, han pasado no sé cuántos mensajes, oraciones, Misas, comentarios en el trabajo, en casa, en las redes sociales, todo parecía poco para desear con toda la fuerza posible que la pesadilla pasara y que «la niña de Enrique» se curara.

Con todo esto que te cuento, tus dudas, tu desconfianza, tu desazón, en fin, todo (por otro lado totalmente entendible y razonable) tiene que haberse tambaleado. Tu coraza tiene que haberse resquebrajado y tus afirmaciones tan categóricas, seguro que te habrán hecho balbucear. Porque he presenciado la sorpresa, la ilusión, la emoción, la esperanza…¿lo ves?, es posible, en realidad, SIEMPRE fue posible.

Ya ves, ha tenido que ser ella, María, la que nos levante el velo de la duda.

Ella, la niña, el ejemplo de fuerza, de lucha, de constancia, de esperanza, de fe.

Ella, la mujer de dieciocho años, la que se ha ganado el respeto y la admiración de tantos. Ella, que ha querido ayudar y compartir su «veteranía» en los tratamientos con una chica mayor en edad pero novata en la sala de chutes. ¿Cómo no iba a ayudarla y a explicarle a la nueva todo lo que ella sabía?. Con esa contestación tan simple y tan aplastante nos abre los ojos a la pureza de sentimientos que con la edad se nos ensucia con tantos prejuicios.

Ella ha sido mi primer éxito a nivel religioso. Mi primera encomendada que me ha dado el alegrón de sacar de mi lista de oraciones. Tantos Santos han pasado por mi cabeza que a la hora de dar gracias pierdo la cuenta, pero por encima de todos ellos, Él.

Él que tiene sus tiempos, Él al que tantas veces no entendemos y nos rebelamos pero que está ahí y siempre estará.

Ya lo decía la doctrina del Atlético de Madrid y ya lo dije hace más de un año cuando publiqué una entrada que se llamaba «Nunca dejes de creer», ¡qué razón tenía y sigue teniendo!.

Así que aprovecha este subidón de alegría y confía, porque siempre fue posible, ¿lo ves?.

En fin, María, la luchadora, ¡ENHORABUENA!, a ti, a tus padres, a tu familia, a tus amigos, a todo el personal del hospital y a todos los que a su manera han contribuido a tu curación. Has tenido el mejor equipo posible, consérvalo siempre.

Mi admiración, mi respeto y mi cariño, pequeña gran campeona.

Un abrazo fuerte, fuerte.