Arranca la semana, sientes que tu cuerpo pesa mil kilos, que el café tiene un sabor diferente porque has olvidado ponerle la sacarina, que no te quedan medias y te las pones recién cogidas de la cuerda del tendedero «fresquitas», como la mañana que te espabila con la primera ráfaga de viento que te roza la cara…
Tengo suerte y mi autobús llega rapidito. Me hago un ovillo y parapetada tras mis gafas de sol cierro los ojos para intentar dormirme pero mi cabeza está en modo «tareas pendientes» y acabo anotando en el móvil lo que voy recordando para el día de hoy. Cuando creo que ya lo tengo todo, vuelvo a cerrar los ojos, pero el conductor lleva no sé qué emisora de radio en la que no paran de hablar de fútbol y ha tenido el detalle de darle el suficiente volumen para que aunque yo vaya sentada en la quinta fila, me ponga al día de resultados, lesiones, posibles ascensos, descensos, injusticias arbitrales y próximos encuentros. Cuarenta y cinco minutos de trayecto dan para mucho así que acabo fijándome en una chica que va en la primera fila con los auriculares puestos moviendo la cabeza al ritmo de la música, no sé a qué volumen la llevará porque parece que no debe oír la radio, suertuda…
Es lunes, hay que buscar motivaciones para cogerle el ritmo a la semana y por lo que veo lo de escuchar música ayuda a mucha gente porque cuento cuatro personas solo delante de mí en el autobús pero al llegar a Moncloa son muchas, muchas más las que van escuchando música.
¿Y por qué sé que es música lo que escuchan?, porque si fueran lecciones de chino no moverían la cabeza, los pies o el cuerpo entero como hacen mis compañeros de escaleras y de tren.
Me viene a la cabeza qué pasaría si alguien se pusiera a bailar para motivarse como en la serie Ally McBeal lo hacía el abogado bajito, ese tan rarito al que llamaban «Bizcochito» al ritmo de Barry White y You are My First , My Last, My Everything (https://m.youtube.com/watch?v=Z7Za27Fm14A).
Para los que no la conozcan, era una serie de abogados que transcurría en Los Ángeles de hace ya bastantes añitos, con una pandilla de abogados a cada cual más peculiar. Os recomiendo ver algún capítulo o recordarlos porque no tiene desperdicio, sobre todo este baile, simplemente genial y sublime, lo que daría por encontrarme a los ejecutivos que van en mi vagón ¡marcándose este dancing!.
Aunque ya puesta en plan subidón y sin salir de la serie, yo saldría del Metro al ritmo de Tell him (https://www.youtube.com/watch?v=cW0FhZezA3o&list=RDcW0FhZezA3o).
Me encantaría saber qué pasaría si empezara a moverme siguiendo el ritmo de mi vecino, no sé si se mosquearía o me seguiría la broma, quizás para un lunes puede ser un poco fuerte invadir así el espacio del prójimo, bueno, eso y que no creo que fuera capaz (admito voluntarios).
Y así he llegado a la oficina sin bailes, !qué pena!, pero con la moral bien alta y deseando meterme en el baño para practicar algún paso de baile a «lo Bizcochito» pero sin público, eso lo dejo para ocasiones especiales…
¡Feliz y movido lunes!.