Lo que podría ser un lunes de vuelta a la rutina después de unas buenas vacaciones, duro pero ilusionante, para mí está siendo un día peculiar, agotador y fastidioso.
En Madrid no empieza el cole hasta el miércoles así que mis niños están encantados de seguir en ese estado de locura y diversión que dura ya no sé cuántos días. Tanto aire de Sierra Mágina, tanto sol y tanta excursión han conseguido que se recuperen de los virus pasados y estén tan súper vitaminados que rozan la hiperactividad. Recargan las pilas con tanta facilidad que solo me falta llevarles a correr un maratón a ver si así se agotan, pobres seños, no sé cómo les van a mantener sentaditos y calladitos el miércoles.
Yo me había cogido este día de vacaciones para organizar la casa y disfrutar con los niños pero no contaba con que los planes iban a ser tan diferentes.
Ya sabéis que hace unos días me dediqué a acoger virus, conseguí echarlos justo para los días importantes de Semana Santa pudiendo disfrutar con la familia de la tranquilidad y el buen tiempo que ha hecho en Bélmez de la Moraleda. Volvimos todos felices, unos más relajados que otros, listos para empezar el nuevo tirón del cole, el trabajo y las rutinas, pero como no todo puede ser perfecto, hoy, un nuevo virus ha venido a visitarme.
En esta situación desesperante, no todo es malo, y por suerte, mi madre ya está ocupándose de toda la intendencia mientras yo estoy en aislamiento con mi nueva «amiga», la gastroenteritis.
¿Cómo la he cogido?, eso me gustaría saber a mí. El caso es que ha venido a ayudarme a hacerme una limpieza de todos los excesos alimenticios de estos días. Ya sé que en el fondo, fondo, debería sentirme afortunada porque, ¿cuándo podréis quitaros vosotros esos 2 kilitos que habéis cogido con tanta cervecita y tanta torrija?, pues yo ya estoy libre de impurezas aunque mi «amiga» no lo tiene del todo claro y pretende que siga desprendiéndome de lo que quede de Navidad o de no sé cuándo.
Así que, el fin de fiesta está siendo sorprendente. No pensaba que lo pasaría agarrada a una botella de Aquarius, pero de lo que no hay duda es de que «la pascua», no me la pierdo, de éso ya se encarga mi «amiga».
En fin, espero que vuestra Pascua sea mucho mejor que la mía y empezéis esta nueva etapa renovados y con fuerzas.
Yo conseguiré resurgir y no sé, tendré que cambiar la cerradura para que no se me cuelen más visitas no deseadas.