Hace años, teniendo unos 12 años quizás, me desvelé una noche. En algún momento dando vueltas para intentar dormirme vi una luz al lado de la puerta de mi habitación. Era una luz blanca y brillante, me dio tanto miedo que empecé a rezar a la Virgen para que se marchara y me quedara dormida.
Siempre me han llamado la atención las señales que los Santos recibían en su vida, una luz, una fuerza que le derribaba del caballo, un voz y de pronto, en mi angustia me dio por pensar que a lo mejor lo que veía era una señal especial para mí.
Cambié mis rezos y pedí a la Virgen que lo que veía no fuese ninguna señal especial. Yo no era ninguna santa y desde luego no me consideraba digna de ninguna revelación.
Esa experiencia no se la conté a nadie porque solo de pensarla me parecía totalmente ridícula.
Han pasado los años y no lo he olvidado. No volvería a pasar por la misma experiencia porque el miedo que pasé no se lo deseo a nadie pero me ha servido para darme cuenta de que en mi imperfecta vida, hay una Luz que me acompaña siempre y aunque cada nuevo día esté más o menos fuerte, o más o menos acertada, mi Luz, mi Fe, sigue ahí.
Así que tú planeado y creado por Dios, recuerda que eres Luz y aunque te alejes estás aquí porque formas parte de sus planes.
Querido imperfecto, gracias por compartir tu Luz conmigo porque de verdad me llega y me llena.