El calor

Apuesto a que esta semana, el tema del día de todos ha sido el calor impropio del mes de noviembre.

Salgo de casa con abrigo y chal de lana porque desde donde vivo hasta Madrid, las mañanas son ya bastante frías. Siempre voy con varias capas de ropa porque sé que a lo largo del día la temperatura puede subir más de diez grados.

Estos días tan peculiares, al salir del metro, me ha tocado ir cargando con el abrigo y el chal porque en el vagón la temperatura era más alta de lo normal. Así, cargada con tanto trasto, cuando te pones a subir las escaleras, rezas por no tropezar con nada ni nadie porque vas «intuyendo» donde están los escalones.

En realidad nos pasa a todos, cargamos con prendas que luego no vuelves a ponerte aunque estos días, he comprobado, que sigue habiendo gente que vive en su burbuja particular, ajena a los 22 grados de media de toda la semana y van preparados para afrontar la jornada, con gorros de lana y botas.

Los de los gorros (porque también había chicos que los llevaban) estaban en mi vagón del tren; universitarios que a las 8 de la mañana parlotean como si les acabara de pasar lo más alucinante del mundo, y es que de verdad, estoy convencida de que creen que en su vida todo es de una intensidad «súper fuerte». Por suerte, solo me acompañan una parada porque se bajan en Ciudad Universitaria. Aún recuperándome de haber visto tantos gorros juntos, no pude evitar plantearme en qué planeta vivían porque no es que dude de sus aptitudes, pero me pareció realmente preocupante que su nivel intelectual no les llegara para interpretar un mapa del tiempo con un sol enorme en toda la región y temperaturas de 20 grados, o a lo mejor es que yo estoy tan anticuada en técnicas de estudio que no sé que los utilizan para aislarse del ruido, cuando estudian en la biblioteca.

Las de las botas subían conmigo las escaleras; con más o menos tacón, hasta media pierna o justo por debajo de las rodillas, pero todas, de invierno. No pude evitar compadecerme de ellas al pensar en el calor que tendrían unas horas más tarde y en la inflamación de piernas y pies con la que iban a acabar.

Supongo, que con este «caos» de ropa que estamos sufriendo, seguro que aparece algún tutorial que explica cómo vestirse cuando un mes de noviembre se vuelve loco, porque pretender seguir los dictados de la moda para esta temporada con estas temperaturas, solo puede llevarnos a acabar con una lipotimia y eso sería para las «fashion victims» acabar de «victims fashion».

Yo, voy tan preparada, que ando mezclando ropa de verano con chaquetas de invierno y hasta he vuelto a sacar el abanico porque en mi oficina hace un calor insoportable pero eso, es otra historia.

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