Hace un par de días que me dieron la noticia pero no ha sido hasta ayer cuando he sabido cómo se enteraron y ya sí he acabado de creérmelo.
Espera, no me juzgues tan rápido. No es que desconfiara del mensaje que recibí pero entiende que en mi situación a duras penas consigo mantener mis pilares cada día y ante una noticia así, tan grande, tan buena, me vuelvo un poco como Santo Tomás y si no lo veo, no lo creo.
Te cuento ya.
Hace casi un año y medio se tambaleó la vida de una familia, una más por desgracia, pero con la diferencia de que esta vez al ser un compañero de trabajo, yo estaba de espectadora en una de las primeras filas.
Un «bicho» de los malísimos había elegido a María, la hija de mi compañero, para quedarse, para robarla sus dieciséis añitos y toda la vida que tenía por estrenar.
Gracias a Dios, casi año y medio después, el «bicho» ha sido oficialmente derrotado.
Desde la distancia, han pasado no sé cuántos mensajes, oraciones, Misas, comentarios en el trabajo, en casa, en las redes sociales, todo parecía poco para desear con toda la fuerza posible que la pesadilla pasara y que «la niña de Enrique» se curara.
Con todo esto que te cuento, tus dudas, tu desconfianza, tu desazón, en fin, todo (por otro lado totalmente entendible y razonable) tiene que haberse tambaleado. Tu coraza tiene que haberse resquebrajado y tus afirmaciones tan categóricas, seguro que te habrán hecho balbucear. Porque he presenciado la sorpresa, la ilusión, la emoción, la esperanza…¿lo ves?, es posible, en realidad, SIEMPRE fue posible.
Ya ves, ha tenido que ser ella, María, la que nos levante el velo de la duda.
Ella, la niña, el ejemplo de fuerza, de lucha, de constancia, de esperanza, de fe.
Ella, la mujer de dieciocho años, la que se ha ganado el respeto y la admiración de tantos. Ella, que ha querido ayudar y compartir su «veteranía» en los tratamientos con una chica mayor en edad pero novata en la sala de chutes. ¿Cómo no iba a ayudarla y a explicarle a la nueva todo lo que ella sabía?. Con esa contestación tan simple y tan aplastante nos abre los ojos a la pureza de sentimientos que con la edad se nos ensucia con tantos prejuicios.
Ella ha sido mi primer éxito a nivel religioso. Mi primera encomendada que me ha dado el alegrón de sacar de mi lista de oraciones. Tantos Santos han pasado por mi cabeza que a la hora de dar gracias pierdo la cuenta, pero por encima de todos ellos, Él.
Él que tiene sus tiempos, Él al que tantas veces no entendemos y nos rebelamos pero que está ahí y siempre estará.
Ya lo decía la doctrina del Atlético de Madrid y ya lo dije hace más de un año cuando publiqué una entrada que se llamaba «Nunca dejes de creer», ¡qué razón tenía y sigue teniendo!.
Así que aprovecha este subidón de alegría y confía, porque siempre fue posible, ¿lo ves?.
En fin, María, la luchadora, ¡ENHORABUENA!, a ti, a tus padres, a tu familia, a tus amigos, a todo el personal del hospital y a todos los que a su manera han contribuido a tu curación. Has tenido el mejor equipo posible, consérvalo siempre.
Mi admiración, mi respeto y mi cariño, pequeña gran campeona.
Un abrazo fuerte, fuerte.