Gotas de magia

Hoy ando preparándome para la cena de Fin de Año de esta noche. En una revista venía una muestra de una súper maravillosa crema que promete eliminar el cansancio de los 364 días anteriores y dejarme el cutis, a estrenar y aquí estoy, haciendo tiempo para que llegue el gran milagro.

Mientras llega el efecto iluminador, rejuvenecedor y súper guay, estaba pensando en todo lo que me pediría a los Reyes Magos y confieso que soy tan poco original que como colofón a mi lista, me pediría un perfume. Lo reconozco, al final, acabo rendida a las mini películas o mini cortos que cuentan los anuncios de perfumes.

Valoremos el tiempo y el dineral que emplean las marcas en encontrar el anuncio definitivo, el más de lo más, el que al verlo en la tele, casi te haga oler los mil matices que componen esa maravilla para el olfato. Creaciones únicas y exclusivas que te provocan la sensación de que al ponerte una gota, el uniforme del colegio o tu ropa para ir a trabajar se transforma como la de la Cenicienta en un vestido de alta costura que te queda como un guante. Bueno, y qué me decís cuando tu pareja contagiado por el efecto de esa gota mágica, se ha transformado en el acompañante perfecto para un baile en la Luna, mientras el lobo feroz de los cuentos os mira desde un telescopio. A mí es que me pasa todas las veces que me pongo una gotita y nos envuelve a todos los que me rodean. La vida ordinaria se transforma y si es demasiado intenso el perfume, hasta los sueños se vuelven un anuncio de gotas mágicas, aunque estos sueños a mí ya se me hacen densos por el intenso olor del perfume en las sábanas y el pijama, aquí ya el perfume me revuelve, ¿no os pasa igual?

Total, que sumida en este colocón de gotas mágicas y esperando que la expresión de mi cara no acabe tan tensa que parezca eternamente soprendida de todo lo que me cuente mi familia política esta noche, os deseo un año nuevo lleno de salud, paz y buenos deseos para todos.

¡Hasta la próxima!

Anuncio publicitario

Saber que se puede

IMG_0324

Hace un par de días que me dieron la noticia pero no ha sido hasta ayer cuando he sabido cómo se enteraron y ya sí he acabado de creérmelo.

Espera, no me juzgues tan rápido. No es que desconfiara del mensaje que recibí pero entiende que en mi situación a duras penas consigo mantener mis pilares cada día y ante una noticia así, tan grande, tan buena, me vuelvo un poco como Santo Tomás y si no lo veo, no lo creo.

Te cuento ya.

Hace casi un año y medio se tambaleó la vida de una familia, una más por desgracia, pero con la diferencia de que esta vez al ser un compañero de trabajo, yo estaba de espectadora en una de las primeras filas.

Un «bicho» de los malísimos había elegido a María, la hija de mi compañero, para quedarse, para robarla sus dieciséis añitos y toda la vida que tenía por estrenar.

Gracias a Dios, casi año y medio después, el «bicho» ha sido oficialmente derrotado.

Desde la distancia, han pasado no sé cuántos mensajes, oraciones, Misas, comentarios en el trabajo, en casa, en las redes sociales, todo parecía poco para desear con toda la fuerza posible que la pesadilla pasara y que «la niña de Enrique» se curara.

Con todo esto que te cuento, tus dudas, tu desconfianza, tu desazón, en fin, todo (por otro lado totalmente entendible y razonable) tiene que haberse tambaleado. Tu coraza tiene que haberse resquebrajado y tus afirmaciones tan categóricas, seguro que te habrán hecho balbucear. Porque he presenciado la sorpresa, la ilusión, la emoción, la esperanza…¿lo ves?, es posible, en realidad, SIEMPRE fue posible.

Ya ves, ha tenido que ser ella, María, la que nos levante el velo de la duda.

Ella, la niña, el ejemplo de fuerza, de lucha, de constancia, de esperanza, de fe.

Ella, la mujer de dieciocho años, la que se ha ganado el respeto y la admiración de tantos. Ella, que ha querido ayudar y compartir su «veteranía» en los tratamientos con una chica mayor en edad pero novata en la sala de chutes. ¿Cómo no iba a ayudarla y a explicarle a la nueva todo lo que ella sabía?. Con esa contestación tan simple y tan aplastante nos abre los ojos a la pureza de sentimientos que con la edad se nos ensucia con tantos prejuicios.

Ella ha sido mi primer éxito a nivel religioso. Mi primera encomendada que me ha dado el alegrón de sacar de mi lista de oraciones. Tantos Santos han pasado por mi cabeza que a la hora de dar gracias pierdo la cuenta, pero por encima de todos ellos, Él.

Él que tiene sus tiempos, Él al que tantas veces no entendemos y nos rebelamos pero que está ahí y siempre estará.

Ya lo decía la doctrina del Atlético de Madrid y ya lo dije hace más de un año cuando publiqué una entrada que se llamaba «Nunca dejes de creer», ¡qué razón tenía y sigue teniendo!.

Así que aprovecha este subidón de alegría y confía, porque siempre fue posible, ¿lo ves?.

En fin, María, la luchadora, ¡ENHORABUENA!, a ti, a tus padres, a tu familia, a tus amigos, a todo el personal del hospital y a todos los que a su manera han contribuido a tu curación. Has tenido el mejor equipo posible, consérvalo siempre.

Mi admiración, mi respeto y mi cariño, pequeña gran campeona.

Un abrazo fuerte, fuerte.

5 segundos mágicos y recuerdos musicales

image

Esta mañana iba camino de la oficina escuchando mi lista «Mornings» cuando ha empezado a sonar «In my place» de Coldplay (https://www.youtube.com/watch?v=gnIZ7RMuLpU ). Durante cinco segundos he cerrado los ojos y he sentido la batería, la guitarra…ha sido un instante mágico, de total aislamiento dentro de un vagón del Metro lleno de gente.

Reconozco que tengo debilidad por la batería. Cuando conocí a Carlos tocaba la batería y pude decir, «mi novio es batera», y es que aunque mi cultura musical no es nada del otro mundo, mis gustos musicales han ido variando según mi momento personal, las influencias que me rodeaban, las campañas publicitarias de nuevos discos…

Hoy, repasando mi variopinto pasado musical, he recordado mis ráfagas (porque duró poco) de hardcore, grindcore…Estuve en un par de conciertos en Ritmo y Compás, una sala de conciertos de Madrid que cerró hace unos años. Allí estuve viendo a varios grupos realmente impresionantes por la fuerza de su música, parecía que te iban a estallar los tímpanos y prácticamente no se entendía nada de lo que cantaban.

En esa época, tenía un amigo cuyo amigo íntimo era el batería de «Sin Dios», Javier Couso, hermano del periodista José Couso. Para los que me conocéis personalmente puede resultaros increíble que yo estuviera por allí y acompañando a ese grupo de nombre tan peculiar (e irreverente para mí) pero la verdad es que me sirvió para conocer unos estilos musicales de los que nunca había oído hablar y ¡me gustaron!. En su favor, tengo que decir que aunque yo era «la cristiana» (cariñosamente) para ellos, me integraron como una más.

En esta etapa tan «hardcore», conseguí convencer a unas amigas para ir a ver a «Sin Dios» a un concierto que dieron junto a otros grupos igual de «peculiares» en una casa medio derruida por Alcorcón. A punto de llegar, nos perdimos en una rotonda por una carretera de campo y no se me ocurrió otra cosa que preguntar por la dirección de la casa a un chico que estaba dentro de su coche, normal, ¿no?, lo que no fue tan normal es que justo estaba esnifando un raya y hasta que no acabó, no me indicó. La cara de mis amigas y la mía eran un poema…Al llegar, dos amigas se fueron a un centro comercial cercano a cenar horrorizadas por el ambiente y el estruendo que de allí salía; otra amiga y yo vimos a «Sin Dios», comimos un bocata de humus y nos volvimos todas tan contentas. Poco después fui perdiendo el contacto con ese mundo y no he vuelto a saber de ellos. A Javier le he visto en la tele por el tema de su hermano y las manifestaciones delante de la Embajada americana pero ahí quedó todo.

En otra época, había días en los que al salir de la oficina y poner la radio justo empezaba un programa en Radio 3, Diálogos 3. Un programa de músicas del mundo que llevaba Ramón Trecet y que quitaron también hace unos años. Me encantaba la sintonía del programa, me hice fan de la chica que la cantaba, una cantante libanesa con una voz preciosa, os dejo el enlace por si queréis disfrutarlo (http://iliasszaabat.com/a-child-paul-mounsey-oumayma-el-khalil-mahmoud-darwish/). También descubrí la música turca, Aynur, Omar Faruk…Hicieron que mi mente se abriera a otros estilos nada comerciales pero totalmente recomendables.

Más adelante mi gusto musical giró hacia el jazz, Diana Krall, sigue siendo un referente muy presente en mis selecciones musicales.

De mis años en Jaén, me sigue encantando el flamenquito y las rumbas, si puedo, espero poder ir a ver a Siempre Así, aquí en Madrid. A parte de todo el pop español de los 80 con el que crecí y que hizo que me identificara con tantas y tantas canciones, entre todos los grupos, Hombres G ha sido mi preferido y mi elección como música del móvil mucho tiempo.

Y siempre, siempre, la bossa nova. Antonio Carlos Jobim, Caetano Veloso, todos los clásicos brasileños y esas versiones antiguas que hicieron Frank Sinatra y compañía, alucinantes.

Como veis, mi batiburrillo musical da para muchas horas de charla. Hoy sigo con Coldplay y las canciones de Mornings que me acompañan en mis desplazamientos diarios.

Espero que os haya picado el gusanillo y os acompañe el día una buena canción o una buena lista como la mía.

 

 

 

 

Primer propósito de la lista: Pilates

Hace unos días he leído un artículo en el que se comentaba que no está de moda hacer una lista de propósitos para el nuevo año. Al parecer, tener esa lista pendiente a lo largo del año, provoca un estado de angustia nada recomendable al ir comprobando que muchos de ellos quedan abandonados al primer mes, otros aparecen y desaparecen como el Guadiana y alguno ni llega a ponerse en práctica.

En mi caso, a lo largo del año podría cambiar mil veces de opinión sobre lista si, lista no, así que como estoy en fase de lista si, no he hecho una lista física porque al final no sabría ni dónde la habría guardado pero he empezado por un propósito que tuve que dejar aparcado por falta de tiempo en el último trimestre del año.

He retomado las clases de Pilates.

Nunca se me ha dado bién la gimnasia, me aburría y llegué a odiar esa obsesión que había cuando hacíamos gimnasia en el colegio porque todos, nos diera miedo o no, o fuéramos más o menos deportistas, tuviéramos que hacer el pino sin darnos otro ejercicio alternativo o lo que es peor, el pino puente.

En cambio con el Pilates disfruto muchísimo. Tengo la suerte de que mis clases son para un máximo de tres personas, así que prácticamente son clases particulares. Es un centro de fisioterapia y son los mismos fisios los que dan las clases así que conocen bien mi historial de contracturas y si un día voy más cargada de cervicales o lumbares, me ponen a estirar y a trabajar más esa zona.

Es una pena que por falta de tiempo solo pueda ir una hora a la semana pero por eso la exprimo al máximo. Reconozco que algunas veces me da una pereza horrible y temo acabar vomitando lo que haya engullido diez minutos antes (lo de comer tranquila lo dejo para el fin de semana) pero bueno, en cuanto empiezo, desconecto de todo y me dejo llevar por los ejercicios, tanto, que alguna vez me lío con las respiraciones, pierdo el compás y creo que voy a acabar hiperventilando, aunque por suerte nunca me ha llegado a pasar.

Otra cosa que me encanta, es que es una clase cero competitiva. Las otras chicas, llevan más tiempo que yo y les adaptan los ejercicios a su nivel y a mí al mío así que todas felices y motivadas. Recuerdo que cuando iba al gimnasio, era inevitable fijarse en toda esa gente que hacía series interminables de abdominales y cogían mil kilos de peso con las pesas, mientras yo estaba en mi bici estática al borde del infarto intentando aguantar 20 minutos ahí subida. Además como no es un gimnasio dedicado al culto al cuerpo y a lucir modelitos, puedo ir en plan cómoda, con una camiseta de hace no sé cuántos años dos tallas más grande, y no embutida en camisetas de tirantes con el ombligo al aire y mallas una talla más pequeñas.

Y ya lo más de lo más, son esos aparatos que yo llamo de «tortura» con los que logras estirar tu cuerpo hasta donde nunca hubieras pensado que podrías llegar, ¡me encantan!, acabas muerta y llena de agujetas pero creo que si me midiera al terminar la clase, sería un centímetro más alta.

Cuando acabo, feliz con todo lo que he hecho, me tiembla hasta la tripa pero merece la pena, sales agotada pero con el subidón de haber sido capaz de hacer hasta flexiones echada encima de una pelota enorme.

En fin, espero ir cumpliendo con este propósito durante todo el año, recuperar el fondo que había cogido el año pasado y a falta de poder apuntarme a Danza del Vientre, fortalecer todo el cuerpo y acabar con las molestias de espalda por culpa de esta vida tan estresante y sedentaria que llevamos.

¡Ah! Pero que ésto no significa que me olvide de subir mis escaleras, ¡faltaría más!.

Así que ya son dos propósitos, Pilates y escaleras, no está mal.

Jueves

Hace poco metimos en el ordenador de casa un montón de música que le pasaron a mi marido. Me encontré con artistas que hacía años que no escuchaba, hice una selección y la pasé al móvil.

Cuando la puse toda ilusionada, descubrí que de un álbum solo había dos guardadas, otras eran versiones tan antiguas que se oían fatal y varios grupos que en su época me encantaban, ahora me sonaban realmente mal. De entre todo ese cajón desastre hice una lista de afortunadas y la llamé «Mornings».

Hoy estaba tan cansada y tan desmotivada que «Mornings» se había vuelto absolutamente imprescindible para arrancar el día. Cuando he llegado a mi estación me he agarrado al pasamanos de la escalera y he dejado pasar el mogollón, qué corran los demás…

Cuando ha empezado a sonar «I like how it feels» de Enrique Iglesias una fuerza interior me ha empujado a subir al ritmo de la música y he pensado, ¿y si en vez de para ir a trabajar estas escaleras fueran parte de una discoteca?.

¡Piénsalo!, hay ruido, la iluminación es bastante tenue, la música saldría de la megafonía del metro y está lleno de gente joven que sin dudarlo cambiaría el ordenador por unos dancings. ¡Qué subidón!.

La mala noticia es que las escaleras se acaban y sales a la superficie con Aretha Franklin cantando «I say a little pray for you».

Yo también diré una little pray para que mañana haya una discoteca en las escaleras de Nuevos Ministerios.

Si alguien se la encuentra, ¡que avise!.