Aquí sí hay playa

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Seis horas de coche nos separan de la playa. Seis horas en las que da tiempo a dormir, hablar, aburrirse, leer, chinchar al vecino de asiento, desayunar, estirar las piernas en mitad de la Mancha, desesperarse y después de contar cuatro toros de Osborne, llegar por fin a nuestro destino.

Hasta que nos aclimatamos al ambiente somos fácilmente reconocibles como los que no paran de sudar y los pálidos.

En cuanto a nuestros vecinos se dividen entre los «renegríos» propios de la localidad y los de fuera que cubren todo un abanico de tonos tostados y asalmonados, sabiendo así si son del resto del país o extranjeros, ésos de los que algunos producen dolor sólo con mirarlos por las quemaduras que lucen como medallas. Se repite así la misma historia de hace años, siguen sin aprender a protegerse del sol.

Después de unos días estamos tan aclimatados que ya estamos metidos en el ambiente playero. Cada excursión a la playa somos más profesionales, bajamos con dos sombrillas, un bolsón a reventar de juguetes, gafas de bucear, gorras, cremas, toallas, los Kindles, agua, bolsas de patatas de Casa Paco de Jaén, zumos… Lo que todavía no hemos conseguido es salir del mar con algún estilo, las piedrecitas y las conchitas se te clavan en los pies y la melodía es un «uy, ay, uy, porras…» lastimero que más que masaje te deja como si vinieras de pisar uvas una jornada entera.

Hemos hecho un castillo a prueba del agua y nos llevamos de recuerdo mil conchitas más o menos enteras que nos recordarán este invierno todos los recuerdos maravillosos de estos días en los que los niños intentaron cazar un pez con una bolsa de plástico y parar las olas cuando tanto vaivén se llevaba las palas, los cubos y nos hundía los pies en la arena a golpe de rompe olas.

El balance no puede ser mejor y volveremos con las pilas cargadas, las noches de insomnio olvidadas y habiendo disfrutado con la familia, su cariño y su entrega para que no nos faltara de nada.

Lo que no sé cómo nos vamos a quitar son el par de kilitos de más que llevamos encima y es que nos chiflan los aperitivos, la comida casera, el vinito y las cervecitas.

P.D: ¡Viva el spanish way of life y abajo los sandwiches de máquina!.

 

 

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2 comentarios

  1. evavill · julio 21, 2017

    Qué suerte, yo este año tendré que esperar a septiembre y solo unos pocos días.
    Me ha hecho gracia tu descripción del viaje en coche contando toros, nosotros hacíamos lo mismo. También recuerdo esa sensación de humedad al llegar, para los que venimos del secano se nota mucho.
    No me enrollo más y que disfrutes mucho de las vacaciones y de la familia.
    Besos

    Le gusta a 1 persona

    • teaforti · julio 21, 2017

      Gracias Paloma!
      Es una semana que nos está sentando de lujo.
      Al final todos recurrimos en los viajes a lo de toda la vida y es que los toros de Osborne dan mucho juego jejeje.
      Besitos

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