El cumple de los mellis

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Esta semana mis hijos han cumplido 5 añitos. Ya os he comentado que tengo mellizos, dos chicos llenos de vitalidad, divertidos, cariñosos, a veces agotadores, pero que me tienen loca (en el buen sentido). Se que suena a tópico lo de que hay que ver lo rápido que pasa el tiempo y cómo han crecido pero es que hace nada eran dos pizquitos de unos 2 kilos cuando ahora pesan alrededor de 20.

La otra tarde tuvimos la celebración y montamos una fiesta a la que vinieron 41 niños entre las dos clases más unos cuantos hermanitos, y unos 14 padres.

Me han llamado loca, valiente, inconsciente…por meter a 41 niños en un sala pero por suerte tuve la feliz y maravillosa idea de contratar a dos animadoras que durante dos horitas hicieron mil juegos, pinta caras, globoflexia y no sé cuántas cosas más, para que todos disfrutaran, lo pasaran bomba, y mi marido y yo pudiéramos ocuparnos de la organización.

A pesar de que todos se fueron felices y agotados, no creo que el año que viene me atreva a meterme en otro berenjenal como éste. Solo calcular la merienda y la bebida fue una odisea, menos mal que no faltó de nada, al contrario casi me quedé corta de aperitivos salados, y éso que en los cumples con los nervios se supone que no comen nada, pues en éste devoraron como si no hubiera un mañana.

La mesa era una fila de mesitas bajitas pegadas unas a otras y unidas por un mantel de papel kilométrico. Verla tan larga me recordó aquel anuncio de la tele de Pronto, un limpiador de muebles en el que una chica se ponía una sábana blanca para pasar una mesa larguísima y le decía a otra chica, «tú el Pronto, yo el paño», y se deslizaba por la mesa con la sábana. 41 platos, vasos, servilletas, bandejas de sándwiches, gusanitos, patatas y hasta palomitas con ketchup y mostaza, que les chiflaron aunque a mí me supieron a rayos. A pesar de que se cayeron varios vasos, el pobre mantel de papel aguntó como pudo las trastadas de los peque invitados que estaban encantados haciendo pelotillas con trozos de papel mojado, angelitos…

La tarta cayó prácticamente entera. Salieron 40 porciones y de la parte del chocolate acabé haciendo mini raciones para que hubiera para todos, y es que como podéis ver en la foto, a uno le gusta el chocolate y a otro la fresa así que mitad y mitad, y todos contentos. Me hizo mucha gracia como alguna niña se me acercó para enseñarme que se había terminado toda la tarta, es que ¡estaba riquísima!.

Esta vez pedí que no fueran disfrazados porque aunque sé que les encanta, en otros cumples me he encontrado en el baño con princesas en apuros para hacer pipí con tanto tul y a súper héroes que no podían bajarse la cremallera de la espalda solos. Así, tuvieron libertad de movimientos para bailar, correr, saltar, tirarse al suelo…lo normal en estos casos.

Se desgañitaron cantando mientras jugaban a la zapatilla por detrás, gritando con los juegos y coreando el cumpleaños feliz.

Al final creo que todos salieron contentos después de una tarde llena de emociones, agotados, medio afónicos y encantados con su bolsa de chuches a tope de azúcar para rematar una tarde de snacks bien aderezados con sal, conservantes, colorantes y no se cuántos E-…, porque la realidad es que aunque mis sándwiches eran lo más sanos que pude preparar, frente a esas tentaciones industriales, no hay quien se resista.

¿Y cómo pude preparar todo ese sarao?, pues una vez más gracias a mi madre que se pasó toda una mañana preparando los sándwiches (¡mamá eres la mejor!); a Carlos que ejerció de orgulloso papá de los cumpleañeros y me ayudó con la organización; a Silvia y a Raquel que me ayudaron, una a servir bebidas y a reponer gusanitos una y otra vez, y la otra a preparar platos y cucharitas con porciones de tarta (gracias chicas, fuísteis mi manos donde yo no llegaba); y a Marga, que hizo súper bien de fotógrafa encargándose de hacer fotos y vídeos con el móvil de Carlos para tener unos recuerdos preciosos de esa tarde tan especial.

Mis hijos, !FELICES!, lo pasaron bomba con todos los amigos y las animadoras. Cuando llegamos a casa, estaban tan nerviosos que a pesar del baño relajante, las emociones no les dejaban ni dormir, así que hubo que contarles dos cuentos para que acabaran cayendo dormidos. Dos angelitos que al día siguiente a las 8.30 habían recargado las pilas y ya querían ponerse a jugar con los regalos del cumple, mientras su padre y yo nos levantábamos aún resacosos de tanto preparativo y tanta fiesta.

Esa tarde volvimos a celebrarlo con la familia así que después de tres días comiendo tarta, ¡mi reino por una ensalada!.

Pasó todo y volvemos a la calma. Yo sigo viéndoles como mis pequeños pimpollitos aunque como ellos dicen «mami que ya tengo cinco años, ¡una mano entera!»…Ojalá el tiempo pase muy despacio para poder achucharles y que sientan cuánto les quiere su mami.

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