Como todos ya sabéis, el bombardeo culinario que nos rodea es tan grande que si a estas alturas no practicas el cooking, el baking o el shaking, no eres de este planeta.
Está claro que, como en España, no se come en ningún sitio, pero de ahí a que tengamos que ser todos chefs pretigiosísimos y repoblar el mundo a base de paellas y churros, hay un gran paso.
Me encanta la cocina, dar «saltos evolutivos» en los menús familiares pero procuro que mi entusiasmo no empalague ni sature a los que me rodean. La sal en su justa medida y el coñazo al personal, en cucharita de café.
Pero, ¿qué hacer cuando un iluminado de las magdalenas se empeña en que cinco filas por delante de él en el autobús, conozcan su baking art?
Esta es la historia de una de esas personas que aunque te pongas los auriculares, su tono consigue taladrarte los oídos y tu serenidad personal quiere huir a otro cuerpo. Este es nuestro hombre, un jovenzuelo encantado de conocerse que quiere premiar al mundo, o sea, a los cinco pringaos que estamos en el autobús, con su receta para hacer magdalenas, mientras trata de derretir a la chica que le acompaña y que no para de repetir, «qué crack eres Juanma, qué crack eres».
La escena se va volviendo asfixiante entre tiempos de cocción y entrenamientos de fútbol porque nuestro protagonista es multitarea, trabaja, va al gym, juega al fútbol, sale con los colegas y cocina pero, ¿dónde está el truco?, fácil, nuestro amigo vive en casa de sus padres, ajajá, así cambia la cosa, ¿verdad?
Todo esto hace que aunque todos los que corremos nuestro propio maratón diario, podamos seguir considerándonos una súper especie de otra galaxia, nos entre el nervio en plan «si él puede, yo también», porque aunque dicen que imitar es una forma de halagar, a veces, nuestra evolucionada especie, actúa movida por estúpidos resortes que la llevan al «y yo más» aunque nuestro camino en la vida claramente no sea hacer magdalenas, huevos poché o gelatinas con sabor a tierra mojada.
Así que amigos, pasad página y no os volváis pluscuamperfectos como mi protagonista porque lo empalagoso, empacha y ese buen rollo que parecen producir tus charlas culinarias acaban astragando y convirtiéndote en un plasta cuyo tufo a magdalenas hace huir hasta a Obelix.
Firmado, una compañera de autobús que si vuelve a coincidir con el baking plasta, le pondrá el tupper de las magdalenas por sombrero.
Jajaja, pobrecilla, menudo plasta el Juanma.
Yo me he reído mucho pero ya comprendo que aguantarlo en vivo y en directo es mucho menos gracioso.
Dile que se deje de rollos y que invite a magdalenas, qué menos.
Besos, Ana.
Me alegra leerte 🙂
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Gracias Paloma, siempre encantadora.
Besos
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