El largo verano

Beach scene with blue wood decking

Hace 2 meses que empezó el verano y ya tengo un montón de recuerdos acumulados.

Empezamos la nueva estación con el fin de curso de los niños. Lavadora de uniformes, babis, análisis del estado de los zapatos colegiales, las zapatillas de deporte que un día fueron blancas y ahora tienen las punteras de un color indefinido entre azul sucio y verde putrefacto y los sufridos velcros que son tan cumplidps que se llevan toda la porquería de la clase, el patio, el comedor y el parque pero a pesar de todo este año han seguido haciendo su trabajo como el primer día.

Sacamos la ropa de invierno del armario e hicimos hueco para la «fresquita». Nos encomendamos a todo lo que se nos ocurrió al probarnos nuestro fondo de armario. Sudamos y entramos en unas prendas y nos apoyamos en la moda de este año para no intentar forzar más de lo debido ese pantalón de pitillo en el que entrábamos con calzador y que por un extraño fenómeno encogió colgado en el armario.

Aparecieron los abanicos y se convirtieron en un imprescindible en cada bolso. Murió uno por el exceso de velocidad al utilizarlo uno de mis hijos unido a la desesperación de ver pasar la tarde en la sala de espera de la pediatra.

Nos enfrentamos al espejo y nuestro tono de piel no era blanco como la leche, era de un transparente enfermizo por los fluorescentes del trabajo, el transporte público y por tanta boina de contaminación.

A pesar de nuestro patético color de piel nos rendimos a la moda y pintamos nuestras uñas de los piés de lo más animadas. Nos dedicamos con ahínco a darnos cremas con color, rayos uva, estiramos el cuello ante el más pequeño rayito de sol, todo con tal de mejorar nuestro deprimente tono de piel.

Disfrutamos con los primeros chapuzones en la piscina. Estrenamos bañadores, repetimos con los que no habían encogido, chanclas nuevas, pistolas de agua recién compradas en los chinos, hasta un tiburón ha invadido la piscina de la abuela.

Este año hemos sido muy, muy disciplinados con el sol y nos hemos embadurnado como croquetas de crema con flú flú (o sea, spray) tan potente que cubría al niño y a la madre (una servidora). Hemos repetido la aplicación como decían las instrucciones y evitado quemarnos porque y en esto sí que hemos fallado, lo de las horas de sol prohibidísimas nos lo hemos saltado a la torera. Como toda la vida hemos tomado el sol de 12 a 3 de la tarde tan ricamente.

Ahora, casi a finales de agosto, una servidora está hasta el moño de la bolsa de la piscina, de abrir y cerrar la sombrilla, de enjuagar bañadores y tender toallas. De la crema ni os cuento porque como ya estamos bien curtidos por el sol, la llevo en la bolsa por evitar sentirme una madre malísima pero ya paso de pringarnos todos con el factor 50 y dejamos a nuestra piel libre como el viento.

En cuanto a lo bien que les viene a los niños el verano porque es verdad que acaban agotados del colegio, pienso que con un mes de recuperación habían tenido suficiente. Ellos y yo estamos hartos del cuaderno de vacaciones, de leer y de hacer matemáticas. Que compro un libro, una goma de borrar y un sacapuntas, llevaba 50 euros y que ¿cuánto me queda?, pues después de devolverle las vueltas a tu madre, no te queda ni para una piruleta, te lo digo yo, que a todo céntimo le encuentro un destino rápidamente.

Como seguramente os pasará a muchos, dos meses son muchos días de calor, sudor, mosquitos, trasnochar y de darle mil vueltas a si la ola de calor ha sido más o menos horrible que la del año pasado, que ya no hay veranos como los de antes, ésos de calor, calor…

Yo de un año para otro reconozco que se me olvida si fue muy caluroso o no. Será la edad pero cada vez me resulta más incómodo de llevar y se me hace eterno. A estas alturas casi voy tachando los días que quedan para que empiece el curso y volvamos todos a coger las rutinas porque vivimos en el descontrol horario donde no hay prisa para nada y te dan las cuatro y media de la tarde recogiendo la cocina.

Y en septiembre, ¿qué pasará, se alargará el verano más allá de su fecha oficial y nos regalará otra ola de calor?

No tenemos ni idea porque las predicciones meteorológicas ya no son como las de antes. Así que hasta que llegue ese momento, seguiré intentando montarme en el tiburón de mis hijos para surcar las aguas de la piscina cual sirena en su delfín.

 

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Motivación desmotivada

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Estos días que «disfruto»de vacaciones, se han convertido en la semana de la limpieza y el marujeo doméstico.

Os preguntaréis como se me ocurren estas locuras en vez de descansar y dedicarme a tomar el sol. Muy fácil, me he dado cuenta de que hemos sobrevivido todos estos meses en «modo verano» (al calor aún está por verse) y que la casa lleva 3 meses ventilándose de tal manera que necesita y está pidiendo a gritos una puesta a punto, o al menos es lo que yo creo que me está diciendo.

Y nada, ando haciendo limpieza de juguetes, ropa que ya no le sirve a los niños, recuerdos perdidos de hace años que aparecen en los armarios y que ahora te horrorizan, bailarinas que no tiraste porque siguen siendo muy monas aunque te destrozan los pies… Y así llegamos a las tareas del día a día a las que en «modo corre que no llegamos» del resto del año, por suerte ahora, puedo dedicarles más atención.

Por ejemplo, esta mañana ha tocado plancha. Esa gran amiga que te deja la ropa maravillosa aunque su efecto dura menos que la estela de un cometa. Pero como estaba decidida a sacar el atasco de ropa pendiente, nada mejor que acompañarlo de musiquita para motivarme.

Mi banda sonora ha ido empezado con Mina, El dúo dinámico, Frank Sinatra y otras tantas canciones de los setenta que he cantado a voz en grito mientras sudaba y me dejaba los riñones planchando de pie.

A mitad de la faena, me he modernizado y lo he fastidiado totalmente cuando se me ha ocurrido buscar en You Tube a Bruno Mars y ¡oh, error, error!, he puesto la actuación que tuvo con su banda en el desfile de Victoria Secret….La canción sonaba genial, la actuación era chulísima, hasta que han empezado a salir «los angelitos» y toda mi motivación se ha ido a hacer puñetas.

De pronto, mi vestido de flores se veía fresquito pero demasiado casero, de mi coleta caían gotitas de sudor y el efecto del ventilador de techo no le aportaba ningún glamour a mi baile entre camisetas por planchar de todos los tamaños….

Mientras, las modelos seguían desfilando espectaculares, se mezclaban con la banda de Bruno Mars y los miles de aplausos de un público totalmente entregado.

Conclusión, si planchas, cuidado con la música que eliges porque puede hundirte toda tu motivación por culpa de unos «angelitos», nada inocentes.

Para muestra, os dejo unos documentos gráficos con los que entenderéis como me he quedado de chafada. Después de este bajonazo, he optado por irme a la piscina con mis niños a lucir bikini y michelines.

Mañana elegiré mejor mi selección musical porque tocan sábanas y eso merece algo heavy, heavy.

Aterrizando en la piscina

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Ayer estrenamos la piscina. Desde las 10 de la mañana, los niños ya querían estar en la puerta para ver cómo la abrían. Así que pasamos un rato intenso mirando el reloj, «¿ya es la hora?, ¿cuánto falta?, ¿cómo se llamaba la socorrista?».

Entre tanta excitación, me dediqué a organizar la bolsa de la piscina. Seleccioné algún juguete acuático, las pistolas de agua las reservo para más adelante, y les embadurnamos de crema con antelación para que les fuera penetrando antes de que se tiraran al agua.

Cuando por fin se fueron, aproveché para prepararme yo y organizar una segunda bolsa, con una revista, qué ilusa soy, se paseó y volvió a casa sin tocar, primer intento fallido, oooh…Botellitas de agua, klínex, llaves, móvil, más cremas. De todo eso, solo utilicé el móvil para intentar ver la hora aunque no veía un pimiento entre las gafas y el sol, y las llaves para tenerlas preparadas para abrir el portal y meter a mis torbellinos lo más rápido posible.

Curiosidades: creo que he perdido volumen, éso o que el bikini de hace no sé cuántos años está dado de sí. Le pregunté a Carlos y ganó la primera opción (como para decirme otra cosa).

Los bañadores de Carlos han desaparecido, no están en ninguna parte. Dudo de que los haya tirado porque antes todo pasa «mi flitro» pero no sé dónde pueden estar. Total, que estuve rezándole a San Antonio pero como era domingo debía andar desconectado, y no me funcionaron los rezos. Conclusión, que Carlos no se pudo bañar.

Otra alegría fue comprobar que a los niños les sirven todos los bañadores,¡bieeen!. Las camisetas ya son otra historia, algunas les quedan perfectas y con otras parecían una tripa de fuet. El problema es que entre «las apretadillas» algunas son muy especiales para ellos así que hubo que negociar cuáles eran para casa y cuáles para salir. Una lucha dura, que gané yo, frente a Rayo McQueen, un lagarto y una ballena, como veis contrincantes de alto nivel.

Para cuando llegué a la piscina, pensando en sentarme y disfrutar del sol, tocó ver todas las nuevas piruetas y monerías que se les ocurrían, aparte de controlar que no molestaran a los demás niños, que no saltaran pegados a la escalerilla, compartieran las regaderas y demás juguetes acuáticos. Carlos desapareció en seguida, y con una vecina manejamos a los «pececitos» que por más que tiritaban juraban que el agua estaba buenísima. Yo no metí ni un pié, fui de la ducha a la silla y así pasé dos horitas como un árbitro de waterpolo, me faltaba el pito (tomo nota para meterlo también en la bolsa).

Con tanto controlar, se me olvidó darme crema en el cuerpo, en la cara y en el escote me había dado antes de bajar, por lo que acabé un poquito roja y mis niños también porque se me pasó darles una segunda vuelta de crema. Como no salían del agua ni me lo planteé, error, ya lo sé para el próximo día.

Cuando llegó la hora de marcharnos, mejor dicho, de empezar a marcharnos, se volvieron a tirar al agua, otra vez. Negociamos que se secaran, que se cambiaran el bañador y que recogieran. Para cuando ellos estaban listos, yo todavía andaba doblando toallas y cerrando la sombrilla, y tuve que escuchar, «mami, cuánto tardas; mami, tengo hambre»…adorables, ¿verdad?.

Balance de mi primer día de piscina: niños controlados, bien; niños un poquito quemados por los hombros, mal; todos agotados, bien; mamá vuelve a casa relajada, nooo…

Seguiré practicando. Tenemos tres apasionantes meses por delante para cogerle el truquillo y conseguir leerme todas las revistas que lleve, ¡palabra de mami!.

P.D: La foto no se corresponde con mi piscina pero soñar es gratis.