La risa tonta

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Seguro que más de una vez os habéis dado cuenta de que pensando en vuestras cosas, leyendo o escuchando la radio esa sonrisa que se asomaba a vuestros labios se había convertido en una sonora carcajada.

De pronto tus vecinos de asiento, cola, semáforo o paseo, casi, casi se vuelven asustados porque en esta sociedad es más fácil pensar que al risueño le falta un tornillo que ver a través de esa risilla contagiosa y pensar, ¡qué tío más feliz!, ¡qué bien se lo pasa consigo mismo!

Porque, ¿y si la risa es provocada por una patochada propia?. Pues eso es genial!, es señal de que has llegado al punto tan necesario de ser capaz de reirte de ti mismo y creedme que eso es síntoma de madurez, personalidad y positivismo aunque solo dure unos segundos y luego volvamos a ver las cosas en grises, durante unos minutos/segundos has sido FELIZ.

Tú, que sacarías un sobre sueldo como plañidero, que darías el perfil para dar las noticias sobre la crisis económica, los tornados y demás catástrofes.

Hey! Tienes tu «puntito salao», no seas celoso de tu intimidad y compártelo, llena por unos minutos la vida de los que te rodean de tonterías, sí tonterías, pequeñas anécdotas…

Quién sabe si das pié a una gran cadena de chascarrillos que iluminen por ejemplo este lunes que casi acaba, o mejor mañana ¡martes y 13!.

Yo acabo de provocar a mis compis de bus con unas cuantas carcajadas a costa de un audio buenísimo que no pienso compartir por más que me miren inquisitivos.

Venga, ¡amar es compartir! y la vida ya es bantante dura para llevarla tú solo.

Suéltate…

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La gruta

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Erase una vez una gruta donde algunos días iba a refugiarme del mundo.

La gruta se encontraba al bajar unas escaleras, un sótano con planta de cruz, con paredes y techos pintados de blanco, con gotelé antiguo, alargado, del que «rasca» si te pegas demasiado a la pared. La iluminación con bombillas de bajo consumo dentro de tulipas demasiado opacas le dan un toque a casa antigua.

Toda ella invita a sentarse y dejarse llevar por lo que tienes dentro, todo eso que solo quieres compartir contigo mismo, con los que solo escuchan y te dejan hablar.

Sentada, solo se oyen murmullos y el ruido que hacen los zapatos cuando arrastras los pies, las arrugas y toda una vida. Mujeres que casi conozco de verlas cada vez que voy, siempre sonrientes, silenciosas a su manera.

Alguno podría pensar que es una sala para meditar, pero no lo es, yo prefiero llamarlo según el día, mi habitación del pánico o mi rincón de la alegría.

Cuando cruzo la mirada con alguno de mis vecinos me transmiten una paz que hace que mi rato sea de total recogimiento, parece que entienden que es tan adictivo y tan necesario para llevar mis rutinas diarias que me emocionan.

Ojalá vinieras, ojalá lo entendieras y lo compartiéramos, te daría la mano y la Paz.

Os dejo esta imagen de una gruta en Bustamante, Nuevo León, Méjico, país al que le tengo un cariño especial.