Frank ha desaparecido

No sé si os acordaréis de Frank, mi amenizador de horas punta, el músico que tocaba la trompeta, cantaba y me alegraba las mañanas cuando llegaba a Nuevos Ministerios.

Pues resulta que Frank, al que le puse ese nombre por Frank Sinatra, ha desaparecido. No le veo desde algún día de diciembre que no recuerdo. Ya no está a ninguna hora, ni por la mañana, ni a medio día, ni por la tarde, es como si se lo hubiera tragado la tierra…Cuando volví de las vacaciones de Navidad pensé que igual seguía estirando los días de vacaciones pero enero ha terminado y no ha vuelto a aparecer.

Desde entonces las mañanas no son lo mismo. Ahora el ambiente del Metro se ha vuelto más gris, las luces las noto más tenues, el ambiente más ruidoso con todo el mundo corre que te corre y hasta los azulejos de las paredes parecen más pasados de moda y sin brillo que nunca.

Ahí está su hueco entre las dos escaleras mecánicas de salida a la calle, vacío, falto de vida; y es que sin darme cuenta, Frank había pasado a formar parte de la «decoración suburbana» habitual del Metro. Y ahora, es como cuando alguien cambia un cuadro o un marco de fotos en casa, sabes que hay algo diferente pero no sabes muy bien el qué, ésa es la sensación que tengo al subir las escaleras mecánicas.

Falta su tenderete, su trompeta, su sombrero, sus cd’s por el suelo y su voz. Solo con oír a lo lejos la trompeta ya sabía que era él. Automáticamente me hacía sonreír, sabía que nada más verle me entraría la risa al ver su «show» y que cuando le echara una moneda, tendría que evitar mirarle a los ojos, esos ojos saltones, tan expresivos como los de Louis Armstrong y tan agradecidos, que me provocaban huir escaleras arriba para que no me viera reír.

¿Y dónde estará Frank?. No sé si le habrá tocado la lotería y se habrá retirado, si se habrá ido a otro lugar con un clima más cálido, o a amenizar cruceros con su trompeta, pero hoy lunes, arrancando el mes de febrero, no he podido evitar pensar que a lo mejor está en el que para mí es mi paraíso, al menos hasta que tenga otro con el que hacer comparaciones, el Caribe Mejicano, mi querida Riviera Maya.

La primera vez que la visité fue en el viaje de novios, como tantas parejas, nuestro viaje fue un combinado de playa y turismo, Riviera Maya y Nueva York. Me gustó tanto que los cuatro días que estuvimos se quedaron cortos y con la ilusión de poder volver, cinco años después, mi deseo se cumplió cuando mi cuñado nos cedió el viaje a Riviera Maya que le había tocado en un sorteo de la empresa pero esta vez fue una semana inolvidable en el paraíso.

En fin, que puestos a divagar sobre dónde estará Frank, yo le mando a mi hotel, un resort impresionante de una cadena hotelera española totalmente recomendable para desconectar o disfrutar en familia. Espero que esté allí amenizando las noches a los turistas con su espectáculo mientras disfrutan del clima, los daiquiris, los margaritas, las playas de arena blanca y aguas turquesas y la hospitalidad mejicana.

Para sobrellevar este curioso invierno que estamos pasando y disfrutar, os pongo unas fotos de mi paraíso.

Si algún día desaparezco, ya sabéis dónde buscarme.

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