Café para llevar

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Seguro que conocéis la moda de ir tomando un café por la calle.

Tienes varias opciones, prepararlo en casa y salir con tu jarrita con tapa o comprarlo, llevándolo en vaso de papel o directamente en la jarrita.

Al llegar por la mañana a Madrid al intercambiador, son varias las cafeterías donde la gente espera pacientemente para comprar su café y cumplir con su rutina mañanera.

Hay un puesto de comida donde la cola es muy llamativa y ahí es donde hace unos días me acabó llevando la curiosidad. Esperé mi turno y pedí un café. Cuando vi que era «café de máquina» como las que hay en mi oficina, me eché a temblar y cuando lo probé volvió a saberme a rayos como todos los demás pero como ya había perdido bastante tiempo, no le dí más vueltas y me fuí al andén a esperar el tren.

Ese día tuve la mala suerte de que los 2 minutos de espera para que llegara el tren, en unidades de medida del metro, significaban como poco 5 minutos así que me dio tiempo a compartir la espera con mi preciado café mientras observaba a la gente que se iba amontonando en el andén.

Cerca de mí éramos 4 los que llevábamos un café en la mano.

Un chico jovencito, ni lo bebía, ni lo removía, solo lo sujetaba mientras intentaba abrir del todo los ojos, así claro, era imposible que la cafeína cumpliera su objetivo, le espabilara y terminara de despertarse. En cambio, una señora lo bebía rápidamente mientras miraba si cambiaba el letrero de los minutos para que llegara el tren (que no cambiaba) por lo que le dio tiempo a terminarlo y tirarlo.

La otra bebedora debía de llevar bastante cafeína en el cuerpo a esas horas porque no paraba de colocarse el bolso y de mirar el móvil haciendo que el vaso se moviera peligrosamente de una mano a otra consiguiendo ponerme de los nervios cuando apenas había probado el mío.

Por mi parte, lo mareaba por no tirarlo y me servía de entretenimiento mientras llegaba el tren. Cuando llegó, el vagón iba tan lleno que me tocó hacer malabarismos para colocarme el bolso, sujetar el café y conseguir agarrarme a la barra para no caerme en un frenazo. En ese momento de angustia, me acordé de la bebedora que no paraba de moverse, ¡era una profesional! mientras que yo era una novata sujetando un café con cero glamour apretada en un vagón.

Cuando me bajé, tiré el café y me hice una promesa, nunca más hacer una cola sin enterarme bien antes de lo que vendían y tener la suficiente personalidad como para no ser víctima de una moda absurda que solo me había llevado a pasar un mal rato y a acabar con un mal sabor de boca.

Y es que a veces, las mechas se me suben a la cabeza y ejerzo tanto de rubia que hasta me doy miedo.

2 comentarios

  1. Esther · noviembre 17, 2015

    jajaja…aplauso!…salir indemne de un café en el metro!..plasplasplas…
    Pues yo te confieso que no se beber y andar a la vez (si, hasta para la botellita de agua me tengo que parar…)…siempre he admirado esa habilidad, jajaja…besitos!

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  2. teaforti · noviembre 21, 2015

    Gracias prima! Si ya me estás leyendo es que la mudanza ha ido bien. Besos, y achuchones para Sofía!

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